TOMO 2: RENACER
Prólogo
"Un cuerpo... una mente... un espíritu... un alma guerrera... una personalidad indomable... soy un individuo... soy uno en este mundo... soy único en este mundo... soy único, al igual que mi destino... yo hago mis reglas... y me ciño por ellas... incluso a veces las rompo... si eso significa evitar que la muerte y la desgracia me toque a mí, o a mis seres queridos... no soy perfecto, lo sé... pero así es mejor... no soy un santo, pero comparado con otros chicos de mi edad... estoy bastante cerca de serlo... soy Mariano Arismendi... me dicen Plasma... y por si lo has olvidado ya... yo soy... El Enigma Luminoso..."
"Soy un guerrero urbano de la Quimera... vivo mi propia vida desde los ocho años... y desde entonces sólo he tenido cuatro personas realmente importantes en mi vida... quienes me han dado su apoyo incondicionalmente... una de ellas es Catalina Villarroel... mi madre... asesinada cruelmente hace casi seis años atrás... el asesino... sigue libre, y desde aquel fatídico día... la Tragedia me ha perseguido como la peste... la segunda persona que me ha apoyado es mi hermana... Diana Arismendi... hermanos de la luz y el destino... su poder sigue aun oculto incluso ante mis ojos... y por alguna extraña razón, siento que su poder late en mi y en todos los que la rodean..."
"La tercera persona realmente importante ha sido Bastián... mi mejor amigo... es simpatizante de la Acracia, pero eso no ha sido impedimento para que nuestra amistad se entablara... es más, nuestras diferencias y nuestras similitudes nos unen cada vez más... y la cuarta persona es, en este momento, para mí, la más importante... mi pequeña rucia... valiente, hermosa y atrevida como ella sola... es quizás la única persona que me entiende en todo el mundo de forma perfecta... lo más importante es que a mi vieja, a mis amigos y a mi hermana los amo... pero a ella la adoro. Y la verdad... no se como hubiera soportado tanto dolor sin ellos."
"Ahora nuestros destinos se han unido... después de tanto tiempo... pensamientos encontrados... preguntas por hacer... muchas preguntas por hacer... destinos cruzados... amor apasionado... un pasado oscuro y un futuro brillante. Todo está en tus manos. Ya habrá tiempo para encontrar todas las respuestas... pero por ahora es tiempo de... despertar... Mariano... Mariano... despierta..."
--Casona de las Aralias, Ciudad Satélite, 5 de octubre del 2009, 6:30 AM--
Los grillos finalmente habían dejado de chirriar. Signo inequívoco de que la madrugada había acabado. El sol poco a poco comenzaba a salir, y mágicamente iluminaba los cielos de la capital, con su bronce habitual reflejado sobre las tejas de las casas. En la deteriorada casona de las Aralias, debido a la batalla ocurrida el día anterior, el ambiente del primer piso estaba aun impregnado por el olor de la pólvora, y los gritos de dolor de uno y otro lado se podían escuchar todavía, como murmullos que se negaban a ser silenciados... En el segundo piso parecía que no había nadie. La quietud del aire daba la impresión de que en ese lugar no vivía nadie desde hace años, pero en realidad, dos almas se encontraban juntas descansando en una habitación. Sentados con la espalda contra la pared, envueltos en dos sacos de dormir, gracias al insomnio que los acompañó durante una fría noche de vigilia, Mariano y Symbroska, el Enigma Luminoso y la chica ojos de pólvora, dormían plácidamente, pero con un gran pesar sobre sus hombros. Sabían mejor que nadie lo que pasó el día anterior. Evitaron que un grupo de agentes corporativos acabara con sus vidas, pero para ello, tuvieron que deshacerse de muchos de sus enemigos. La violencia no es el camino hacia la evolución, es lo que siempre el maestro les decía en medio de sus lecciones, y ayer, justamente, habían roto completamente aquel mandato esencial. Mas no había otra opción. Eran ellos o los agentes de Ariel. Y terminaron siendo los últimos, los que abrazaron los pozos del Hades definitivamente.
No era para nada una sensación agradable. El que peor se sentía por lo que pasó ayer fue Mariano. el último de los Arismendi había sido embargado por un profundo sentimiento de culpa y miseria. No sólo tuvo que matar a varios de sus enemigos para proteger a su pareja, sino que también acababa de arrastrar a la pequeña en su feudo personal contra su padre. Poco a poco, Plasma comenzaba a alinear pensamientos de forma acelerada en su mente, y hasta en un instante se presentó la terrible idea de que él no era digno de ser parte de la Quimera, esto acentuado por la constante negativa de Lázaro ante la idea de conciliar puntos de vista con él. Y su brazo y su pierna le seguían doliendo horriblemente. Pero este no era el momento para mostrar debilidad. Mariano miró el rostro dormido de Symbroska, de perfil. La pobre se veía como una menuda belleza inocente, respirando lenta y silenciosamente con los ojos cerrados, con el cabello cubriendo su frente. Parecía tan indefensa como él cuando era un niño. Estaba claro que ella no lo era, pero de todas formas, él seguía viendo algo que la diferenciaba del resto de sus amigas que conocía. Y fue ahí cuando cayó en la cuenta de lo que el maestro tanto quería decir. La chica tiene un futuro feliz, pensó. Ella tiene una vida por delante, sueños por cumplir y esperanzas latentes en su corazón. Un destino brillante por donde se le mire. Plasma, por el otro lado, a pesar de estar rodeado por la luz, estaba consumido por el dolor y el infortunio. Su sed de justicia, que en realidad incluía también su deseo oculto de vengarse cruelmente de su padre, había trastornado su forma de ver el mundo. Su adicción al tabaco y al alcohol, con tan sólo 13 años, era el vivo reflejo de aquello. Todo lo que lo rodeaba era vacío y triste, indigno de ser vivido. Y sin embargo, cuando conoció a Symbroska, se dio cuenta de que era alguien completamente distinta del resto de la gente, pero a juzgar por la forma en la cual Mariano veía el mundo, lo más probable es que él terminaría arrastrando a la pequeña consigo hacia sus tormentos, cosa que sería, sin lugar a dudas, una segunda Tragedia.
Hace algo más de dos años, para Mariano, el mundo simplemente era una mierda. Las calles de cualquier ciudad le parecían tan sólo una red de alcantarillas al aire libre donde las personas daban rienda suelta a su naturaleza macabra. Así, con once años, Mariano fue testigo de miles de robos, asaltos, traiciones, ofensas, desilusiones. Cada vez que él se enteraba que en algun lugar del mundo se desataba un conflicto armado, Plasma se molestaba y escupía al suelo, molesto. La gente no tiene remedio, se decía constantemente para sí, mientras Diana lo acompañaba por la calle, tratando de ocultar su brazo de la mirada cruel del perraje. Por mucho que trataba de olvidar y perdonar a la gente que tanto daño le había hecho, el pequeño Mariano no podía dejar de desear ajusticiar a los malvados que pululaban por las calles, usando su dolor y su profundo resentimiento como arma, pero Diana, con mucho cariño, mantenía a su hermano calmado y centrado, aunque su concepción de la vida parecía no cambiar.
--1 año atrás--
Todo eso cambió el día en que cumplió doce años, en el año 2008, cuando los hermanos Arismendi llegaron a Santiago y entraron a la Fundación... nadie sabía nada sobre su pasado, por lo que se trataba de una nueva oportunidad para comenzar a vivir. Cuando llegó a la Fundación con su hermana Diana, todos lo recibieron con una gran sonrisa, y hasta le hicieron una bienvenida. Mariano no sabía si aceptar la invitación o declinarla. Todas esas personas extrañas le daban mala espina, en un principio... pero luego pensó que si Diana había insistido tanto en venir a este lugar, ella debía tener la certeza de que se trataba de personas en las cuales él podía confiar, por lo que con reticencias, aceptó. El mismísimo Lázaro se hizo presente el día de la bienvenida, y cuando algunos de los más connotados miembros de la Quimera, como Eric, lo saludaban de forma cortés, pero fría, se puso de pie frente al recién llegado, y cruzó algunas palabras con él.
- Bienvenido, joven muchacho.
- Gracias,- dijo algo indiferente Mariano, pero sin ser grosero.
- ¿Te sientes bien? No te ves animado...
- Pues yo estoy pipa... es sólo que... no se muy bien de qué va todo esto...
- No son chilenos,- dijo Eric, de forma silenciosa a su maestro, quien asintió de forma leve.
- ¿De dónde eres, pequeño?,- preguntó el gitano con su voz seca por el calor.
- De un lugar muy lejano, llamado Madrid, en España. No conozco mucho sobre esta ciudad, pero mi hermana ha insistido por mucho tiempo que viniéramos a este lugar. Ni siquiera se el por qué tanto interés de su parte por venir. Si vosotros pudierais decirme, pues yo estaría más tranquilo.
- Creo que es mejor que se lo expliqueís, para que se quede tranquilo,- aportó Diana.
- Tienes que estar tranquilo. Somos personas en las que puedes confiar,- y agachándose hasta quedar a la altura de Mariano, dijo,- yo soy Lázaro, el Maestro de la Quimera. ¿Cómo te llamas?
- Mariano Arismendi, y ella es mi hermana, Diana.
Lázaro quedó petrificado con aquella frase. Algo no estaba bien, intuyeron todos los que estaban presenciando la escena. La pequeña Symbroska, quien recién había aparecido por el lugar, no había escuchado nada sobre el origen del recién llegado, por lo que su pasado desde ese momento fue un completo misterio para ella. El anciano gitano no podía dar crédito a lo que estaba escuchando. Una extraña sensación de inseguridad y desconfianza había embargado su neura. El maestro era plenamente consciente de lo que el hombre de negocios llamado Ariel Arismendi había hecho en el pasado. También sabía mucho, ya sea por conocimiento propio o por rumores, de lo que había hecho él durante los 80 y 90. Por supuesto, también sabía lo que su familia, la nefasta casta Arismendi, había hecho en el pasado. Lo sabía todo: sus nexos con los Baltazo, sus cacerías nocturnas y sus crímenes atroces y descarados. A todo eso, se suponía que la Quimera le había puesto fin poco tiempo después de la Segunda Guerra Mundial. Lázaro pensó inmediatamente que uno de los miembros más jóvenes de aquella familia abismal sobrevivió al ataque, por lo que para salir de dudas, le preguntó sin anestesia a Mariano:
- Mariano... ¿Tu padre, por casualidad, se llama Ariel?
- Sí, y por favor no me recuerde a ese desgraciado,- el pequeño había confirmado la sospecha del gitano.
- Bien,- dijo, de forma relajada, aunque preocupada- espero que disfruten su estadía en la Quimera. Pequeño, mañana comienza tu entrenamiento, y Diana... pareces ser una buena chica... vigila a tu hermano de cerca, pues parece ser algo... impulsivo. Que tengan un buen día,- dicho esto, Lázaro se puso de pie y se retiró del lugar, mientras el resto de los miembros de la Quimera terminaba de saludar a los nuevos. Eric se percató del cambio de humor del maestro, y se dispuso a acompañarlo hasta su habitación.
- ¿Pasa algo, profe?,- preguntó de forma inconsciente.
- ¿Cómo es eso de profe, insensato?,- a Lázaro no le gustaba que sus discípulos lo trataran de profe.
- Perdón, maestro. Es que no entiendo por qué está de ese humor,- el gitano suspiró, y contestó:
- Hay algo que no me gusta de ese niño y su hermana. No me dan confianza.
- Es su apellido, ¿cierto?
- Si. Eric, puedo parecer paranoico, pero cuando has vivido tanto, y has ganado tanta experiencia como para recordar tantos pasajes y hechos relevantes en tu vida, se te hace muy difícil confiar en cualquiera.
- Créame, Maestro, que entiendo lo que quiere decir. Sin ir más lejos, una vez me contó la historia de cuando usted solo eliminó a los Arismen...
- Baja la voz, muchacho, alguien nos puede escuchar.
- Así que esa es la razón por la cual está actuando así.
- Por supuesto que lo es.
- Oiga, pero si son sólo un par de mocosos, no representan ningun peligro.
- No te ofendas... pero reducir tu argumento a decir que porque son niños no son un peligro es... demasiado simple. Además, no quiero correr riesgos.
- Pero... ¿acaso teme que los recién llegados tengan algún plan en mente?... quizás, ¿espiarnos en nuestra propia casa?
- No, no creo que se hayan molestado de venir tan lejos sólo para espiar. Si tienen algo en mente, debe ser algo más peligroso y definitivo. De todas formas, quiero que los vigiles de cerca, en especial a Mariano.
- ¿Eso es todo?,- preguntó Eric, de forma incrédula,- ¿quiere que lo vigile mientras él puede estar planeando algo?
- Tranquilo, Eric. Si lo mantenemos cortito, dudo que tenga el valor como para intentar algo. Además, no podemos atacarlos frontalmente. Piensa en la que se armaría si se llega a saber que estamos atacando a uno de los nuestros.,- el guerrero rojo suspiró, algo molesto, y terminó diciendo:
- Está bien, maestro. Haré lo que me pide.
Eric se retiró del aposento de Lázaro y bajó hacia los jardines, mientras Lázaro se cercioraba de que no había nadie en las habitaciones cercanas. No, en el segundo piso no había nadie. Al menos eso parecía... De todas formas, en los jardines del rojo edificio, todo era felicidad para los nuevos. Incluso se improvisó una pequeña fiesta que incluyó música, bebidas y algo de licor para los que no tomaban. De hecho, Mariano intentó sacar una cerveza, pero alguien le había quitado la lata de sus manos. Era Eric.
- Oye, ¿no crees que eres muy pequeño como para tomar?
- Vamos, no seas carroza, déjame tomar aunque sea una.
- Créeme, tu no quieres ver al prof... digo, maestro, molesto.
- Déjalo ser,- dijo una dulce voz que se oía cerca de ella,- a su edad, tu ya matabas monstruos y te creías el cuento.
- Mmm... está bien. Pero luego no me pidan que hable con Lázaro para levantarles el pedazo de castigo que les va a poner,- y dicho esto, se retiró del lugar.
- Bah, no le hagas caso, desde que discutió con su novia ha estado insoportable.
- Gracias por encubrirme,- dijo Mariano,- aunque normalmente no suelo darle las gracias a mis mayores.
- No soy tan mayor tampoco... la verdad es que mi apariencia engaña,- dijo la joven, luego de reirse por un par de segundos,- me llamo Anita.
- Mucho gusto, yo soy Mariano, y ella es Diana, mi hermana. ¿Y él, quién es?
- Ah, pucha, sorry,- y tratando de ganar la atención de su acompañante, lo asió del brazo y le dijo,- ya pues, gordo, preséntate.
- Eeh... hola, soy Abiah... el... amigo de Anita...
- Oye, Mariano,- dijo Anita,- te noto medio complicado con el acento chileno.
- Sí, es que llegamos hace poco a este país... y como que no se me da muy bien tratar de adaptar mi acento.
- Si es por eso, no te preocupí,- respondió Abiah,- con nosotros vai a parlotear como chileno en un mes, ¿cachai?
- Eeh... cacho.
Las risas y la alegría rondaban por aquel lugar. A pesar de que Mariano y Diana eran bastante huraños y de pocas palabras, no tuvieron problemas para adaptarse a este nuevo abiente. Tal vez, pensaba la gente de la Quimera, era tan sólo cuestión de tiempo para que los recién llegados se sintieran completamente cómodos. Unos momentos después, se cruzó por delante de sus ojos la pequeña Symbroska, quien sólo le dio una mirada y una sonrisa. Bastó con que Mariano preguntara quién era ella para que Anita le explicara su historia y para que Abiah comenzara a molestarlo con que a él le gustaba. Y lo único que atinó a decir el pequeño fue "No pasa nada". Hoy, a un año de su llegada, ambos desviantes dormitaban abrazados, sin que nada más que su felicidad y tranquilidad importara. El resto, en ese momento, no existía, ni importaba.
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Bien, ese es el adelanto del que hablaba. El prólogo de la segunda temporada. Ahora, el tema musical
Última edición por Betito el Jue 04 Feb 2010, 22:25, editado 1 vez