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La Nueva Estirpe, Trascendiendo Más Allá de lo Esperado


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    Plasma: Primera Temporada (COMPLETA!)

    Betito
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    Plasma: Primera Temporada (COMPLETA!) Empty Plasma: Primera Temporada (COMPLETA!)

    Mensaje  Betito Miér 25 Nov 2009, 11:19

    Ya cabros, lo prometido es deuda, así que aquí está de nuevo, la suculenta historia del manco machocore, Mariano "Arismendi" Villarroel, más conocido por los fellas, como Plasma:

    Prologo

    La calle estaba desierta. El viento soplaba y mecía las hojas de los abetos como lo hace una madre con su retoño recien nacido, y las escasas nubes que habían en el cielo tenían un ligero tono cobrizo gracias al efecto de la luz del sol al ponerse en el horizonte, hacia el final del majestuoso océano. El perfume de las rosas del jardín de la brillante casona impregnaba el ambiente de una inusitada vitalidad. Parado en la calzada, cigarrillo en mano, apoyado sobre la reja de calle, a pocos metros de la entrada de la Ciudad Satélite, Mariano miraba nervioso hacia todas las direcciones. El pequeño sabía que en cualquier momento los escuadrones de la muerte, manejados por su cruel padre llegarían e intentarían asesinarlo a el y a sus amigos.

    - Debo ser el único ser humano, -se decia, mientras el humo flotaba dentro de su boca y acariciaba su paladar, para finalmente salir por la naríz-, a quien su propia familia quiere ver sepultado, en un ataud, a seis metros bajo la tierra.

    Mariano había tomado su cigarrillo libre de alquitrán y le había dado una corta aspirada. Y otra. Y una tercera más larga. Él siempre supo que su vida sería difícil. Desde el día en que nació ya han pasado trece largos años y lo único que este hijo de la vida había visto ha sido un siniestro y tormentoso piélago de calamidades. Su familia sigue siendo un tema molesto para él. Frente a Bastián y el resto de sus amigos, siempre se había mostrado estoico, lacónico y decidido, a pesar de su corta edad, en medio de un conflicto que amenazaba con destruir por completo a los más débiles, incluyendo a su mejor amigo, a su hermana y a su adorada amiga. Sin embargo, en la soledad de su alma desdichada, las lágrimas inundaban sus ojos son un vidrioso brillo transparente cada vez que se daba la ocasión perfecta para ello. Una discusión, un regaño del maestro, una salida de madre. Todo afectaba a Mariano. Pero no podía dejar que eso lo mantuviera abyecto. Tenía que pensar en la forma para evitar que estos negativos pensamientos terminaran por consumirlo. De lo contrario, estaba condenado a sucumbir ante la oscuridad.

    Pero es demasiado difícil, casi imposible. Un niño pasaba por la vereda de la calle Aralias y se fijaba con su mirada llena de ingenuidad en el pañuelo que envolvía la mano y el antebrazo derecho de Mariano. Al principio el renegado no le dio importancia. Es un pendejo, solamente, pensó. Mas no contaba con que el chico seguía viendo el pañuelo rojo que lo cubría.

    - ¿Qué miras?,- gritó Mariano, molesto por la impertinencia del mocoso.
    - Nada... es solo que tu pañuelo...
    - ¿Qué? ¿Mi pañuelo qué? ¿Está sucio, te gusta, te da risa, qué?
    - No... es que...,- el pobre chico estaba a punto de llorar-, me da pena.

    Esa respuesta no la esperaba Mariano.

    - ¿Pena?
    - Si... ¿te pasó algo?
    - No seas insolente, cabro chico,- y levantando la mano, de forma brusca-, ándate para tu casa antes de que...

    El chico, ante el grito de rabia de Mariano, corrió calle abajo, llorando, mientras trataba de secarse las lágrimas con la manga de su camiseta.

    - No... ¿qué mierda hice?

    Mariano se cubrió el rostro con sus manos, lleno de vergüenza. Su cigarrillo aun tenía algo de tabaco en él. Lo que hizo fue una estupidez y adolecía de una falta de tacto enorme. Pero no pudo evitarlo. Ver aquel pañuelo, ese maldito pañuelo, enrollado en su brazo derecho, es lo más cercano a la idea que podría resumir su existencia. Y para colmo, estaba en su propio cuerpo. El dolor. El griterío. La desesperación. El olor de la pólvora que impulsó el proyectil criminal y que terminó impactando en la persona que él más quería. Los golpes. La humillación recibida. La maldición. Y una supuesta revelación. Todo seguía latiendo permanentemente en su neura. Y a medida que crecía y se hacía más fuerte (o, al menos, eso creía él), los pensamientos se agolpaban cada vez más intensamente dentro de su mente. A veces creía que esto es demasiado para él.

    Una puerta se abría silenciosamente a las espaldas de Mariano. La chica que salió por ella tenía un vaso de roncola en cada mano. El joven no podía escucharla, estaba absorto en sus pensamientos. Ella se acercó sigilosamente a las espaldas de Mariano, y delicadamente cruzó sus brazos sobre su pecho, alcanzándole su vaso.

    - ¿Pensando?,- le preguntó al tiempo que lo abrazaba.
    - ¿Ah...?,- Mariano estaba sorprendido por la repentina aparición de la chica,- este... sí, me sorprendiste. No te caché.
    - Filo con eso. Oye, te traje un combinado.
    - No es uno, son dos...


    La chica soltó una corta carcajada.

    - Si, pero no se lo digas al profe,- dijo, mientras tomaba un sorbo.
    - Sensei. Lázaro-sensei, y la boca te queda...
    - ¿Qué? ¿La boca me queda donde?,- la chica miró fijamente a Mariano, con el ceño ligeramente fruncido.
    - Mmm..., no, nada.

    Mariano miró fijamente el rostro de la chica, y luego giró rápidamente la cabeza, tratando de sentir la presencia del maestro. Pero no. No podía sentirlo por ninguna parte. De pronto, ella le pregunta a Mariano.

    - Mariano, nosotros somos amigos y creo que tenemos confianza.
    - Crees bien.
    - Entonces, sabí que no me parece nada lógico que no nos hayas dicho nada a mí ni a los cabros sobre tí y tu pasado. El puro Bastián cacha algo, nomás.


    El joven Mariano dejó el vaso de plástico sobre el descanso de la reja y volvió a fumar otro poco.

    - Oye, ¿y a tí nunca te han dicho que eres un poco... intrusa?
    - Pesado, no era necesario responderme así.
    - Ya, pucha, sorry, no era mi intención. Es que me quema el hecho de que... quieran saber algo de mí así, de esta forma.
    - ¿Por qué?,- le preguntó,- ¿hay algo que no debamos saber? ¿Algo trucho? ¿1313?

    Mariano volvió a tomar el vaso y remojó su garganta con el alcohol.

    - Chica, tu cachai que mi vida es demasiado triste. Penosa. De loser.
    - Pero pucha, no por eso te vai a cerrar con nosotros. Te queremos como erí y weás.
    - Sí, pero es que aun no supero los traumas,- y sonriendo nerviosamente, prosiguió,- aún guardo rencor.
    - Pero wachito... si es por eso, exprésate y desahógate. Yo te escucho.


    Los ojos de la chica brillaban con un resplandor distinto al cual Mariano estaba acostumbrado a ver. Sin duda, había visto sus ojos antes, pero nunca había recordado haberlos visto de esa forma. No podía resistirse.

    - Ya bueno, te voy a contar la historia de mi vida.

    En ese momento, el cigarrillo estaba completamente consumido y la colilla se iba calle abajo por el hilo de agua hasta meterse por el colector hasta las alcantarillas.

    - Chica,- dijo Mariano, tras tomar el último sorbo de alcohol, dejando el vaso en el suelo,- no tengo ningun atado en contarte, pero me tienes que prometer una cosa.
    - ¿Qué cosa?
    - Bueno, en realidad son dos: la primera es que todo lo que te voy a contar te lo voy a decir a tí no más, así que porfa mantén el secreto.
    - Ya, te lo prometo, ¿y la segunda?
    - Quiero que me prometas que lo que te cuente no va a cambiar la impresión que tienes de mí.
    - ¿Por qué debiera hacerlo?,- respondió,- si ya te dije que te quiero y te queremos como eres.
    - Sí... bueno, entonces te cuento.


    Dicho esto, Mariano despejó los mechones de cabello de su cara, y comenzó.

    - No se si sepas esto, pero yo no soy huérfano, tengo familia.
    - Sí, lo sé,- Mariano no se molestó en preguntar cómo ella lo sabía.
    - El caso es que yo odio a mi familia. Y ella me odia a mí. Es tan falsa, repugnante... harían cualquier cosa con tal de verme sufrir.
    - Pero, ¿por qué?,- preguntó, nerviosa, la chica,- Eres parte de su familia, eres su sangre.
    - Puede que así sea. Pero eso no me hace ser parte de su familia.


    El tono de color de la piel de la chica se tornó más pálido que de costumbre. Tenía el presentimiento de que Mariano iba a revelar un secreto terrible, que desde hace muchos años lo afligía. Podía sentirlo: su respiración entrecortada, su voz había adquirido de pronto un tono fraccionado, poco usual en él.

    - Yo... yo soy un Arismendi. Me llamo Mariano Arismendi Villarroel.

    El rostro de la chica palideció por completo, y por supuesto, la revelación la impactó. Desde hace un año que ella conocía a Mariano, a quien había tomado un gran afecto a pesar de no conocerlo demasiado, o al menos, tanto como quisiera, y el hecho de que de un momento a otro haya dicho algo tan privado y confidencial hacia ella la hizo quedar en un lapsus mental involuntario.

    - No... no puede ser... pero es que tu no... no puedes ser de esa familia,- ahora sus palabras se atropellaban al tratar de salir.
    - Es fuerte, pero es la verdad. Se que no lo parezco, pero legalmente, sigo siendo un miembro de esa maldita familia.
    - No, no digas eso,- la chica comenzaba a angustiarse y parecía que en cualquier momento iba a soltar el llanto.
    - Por favor, escúchame. Se que mi familia es una mierda, pero yo no he de ser como ellos. Soy diferente...


    Mariano trató de buscar con la mirada los ojos de su amiga, pero al parecer tras la barrera lacrimosa que se interponía entre ellos se asomaba la presencia maligna de la desconfianza.

    - No sé que creer, yo no puedo creer que alguien como tú, que domine la luz de la forma en la que lo haces tú, pueda venir de una familia como esa.
    - Créeme, por favor, créeme,- Mariano comenzaba a desesperarse,- yo odio a mi familia, odio a mi padre por lo que me hizo. Me cagó la infancia.


    Tras decir esto, el joven comenzó a soltar algunas lágrimas. El dolor acumulado durante años debía salir en algun momento, aprisionado a la fuerza durante mucho tiempo en su interior.

    - Mariano, por favor perdóname,- decía la chica, también llorando,- no creí que en verdad tú...
    - ¡Tonta!,- le gritó, sin intención de ofenderla, pero manejado por la tristeza y la ira, su autocontrol era nulo,- ¿por qué crees que he huido de ellos, por gusto? ¿Por qué creí' que me refugié en la Fundación? ¿Para espiarlos, o para tratar de darle algún tipo de información al infeliz de mi viejo? ¿O acaso tú también sospechas de mí, al igual que el maestro?
    - No, no estoy diciendo eso, pero es que alguien como tú, tan bueno y seguro de si mismo, no puede ser de esa casta, no puede ser.
    - ¡Sí puede ser! ¡Soy un Arismendi! ¡SOY UN ARISMENDI!,- y el joven cruzó el jardin de la casa de Bastián, llorando hasta su habitación. La chica comenzó a llorar amargamente, sabiendo que había herido los sentimientos de su querido amigo.


    Capítulo 1: Un Pasado Desalentador y un Presente Incierto

    -- Madrid, España, Jueves 20 de Noviembre de 1975 --

    El amanecer de aquel día era, tan sólo ligeramente, más brillante que el resto del año. No había nada fuera de lo común en el ambiente. El sol seguía saliendo por el oriente de la mediterránea capital. El curso de las aguas del río Tajo seguía la misma dirección de siempre. Los barrios de los alrededores del centro comenzaban su día como si fuese cualquiera. Las mujeres de las clases acomodadas caminaban conversando por las calles de los barrios más atractivos, buscando alguna tienda abierta. Un día normal de otoño. De pronto, una voz, una noticia, un llanto para algunos y un grito de libertad para otros.

    "Compatriotas... Franco ha muerto"

    El silencio consumió a España por más de un minuto. La gente se sorprendía por la muerte repentina del dictador. Si bien es cierto que su salud se había deteriorado producto de su avanzada edad, los doctores habían asegurado públicamente que el Generalísimo iba a sobrevivir, al menos, hasta fin de año.

    Tras el estupor, el caos. Los barrios populares del este de la capital ardían de euforia, las calles se llenaban de la alegría de las masas, aglomeradas, celebrando por el grito de libertad, tras más de 35 años de sufrimiento, represión y desesperanza. En el sector de la Castellana, en el centro de la capital, los madrileños no cabían en su felicidad, aunque el temor de que las fuerzas nacionales aparecieran para reprimir las muestras de felicidad. Mientras los detractores celebraban por toda España, en los barrios exclusivos de las principales ciudades del país, los partidarios de Franco se resignaban silenciosamente a su partida. En una de las suntuosas residencias del barrio del Pardo, al norte de Madrid, residía la familia Arismendi, una acomodada familia partidaria del régimen franquista. El patriarca de esta casa, Ariel Arismendi Bahamonde, pariente de la familia materna del fallecido gobernante, era el lider de la casa en ese entonces. Su hijo, Ariel Arismendi Guzmán, veía por la ventana a la procesión no oficial de vecinos simpatizantes. Las caras largas y la congoja se podía sentir con solo estar ahí.

    - No me lo puedo creer...,- decía Ariel padre, una y otra vez, incesantemente mientras estaba sentado en su mejor sillón, un regalo del mismísimo Franco.
    - ¿Qué cosa, padre?,- preguntó Ariel hijo, sin ponerle demasiada atención, aun mirando por el cristal hacia la calle.
    - ¿Cómo que qué cosa?, ¿acaso eres tonto?,- recriminaba Ariel padre,- la muerte de mi Generalísimo es el principio del fin. ¿No te das cuenta de eso?

    Ariel Arismendi Bahamonde tenía 60 años. Era un ser despreciable y un anciano poco respetable. Conocido empresario de buena situación, pero de pésima presencia y horrenda estirpe. Se decía que la familia de este hombre estaba marcada por el Diablo, otros, decían que la familia era cristiana ferviente, pero luego de la Guerra Civil, que concluyó con el Dictador en el poder, renegaron de su fe, y se convirtieron en un montón de paganos, hambrientos de dinero, poder y placeres. Y otros tantos afirmaban incluso, que la familia había abrazado las entrañas del Abismo durante la Segunda Guerra Mundial. Sea como fuere, la familia Arismendi, desde alrededor de la década de los 40, albergaba en sus genes el factor desviante.

    En efecto, en 1945, nació Ariel Arismendi Guzmán, el hijo de Ariel Arismendi Bahamonde y de una mujer de la vida. La triste verdad es que si bien Ariel hijo no era un mal sujeto, ni mucho menos, estaba siempre bajo la atenta lupa de su padre, quien, siendo su único sustento en la vida, debido a que su madre fue asesinada en una fría noche, producto de un disturbio que conmemoraba la ascención al poder de Franco, por un tiro perdido en la oscuridad, practicamente dominaba su vida. Ariel hijo, durante su adolescencia conoció lo que es estar en una nación sumida bajo un gobierno de facto, y a pesar de ir en una escuela exclusiva para hijos de familias bien, el nunca pudo compartimentalizar su realidad con la de su patria. Amaba España tanto como a su querida Catalina, su querida novia.

    Catalina Villarroel era una de las jovencitas más hermosas e inteligentes de Madrid, aunque para Ariel, Madrid simplemente no era suficientemente bueno para ella - estaba convencido de que era la chica más bella de toda Europa. Ella y Ariel se conocieron en una fiesta de primavera en el año 1969, organizada por los estudiantes de la escuela de Derecho de la Universidad Complutense. Ariel tenía 24 años y Catalina 18. Una novata y un alumno en su último año. La primera impresión que tuvo la tímida joven al conocer al galante Arismendi fue suficiente como para que ella se enamorara, y a su vez, la primera impresión que tuvo el gallardo Ariel al conocer a la bellísima Catalina, bastó para que él quedara cautivado por ella. Un tipo de buena presencia, a la moda, buen pasar económico y bien educado conocía a una mujer joven, intelectual, graciosa, finísima y cándida. Parecía perfecto, y lo era, en cierto tiempo, pero la influencia del padre de Ariel, y la permanente reticencia de la familia Villarroel, que conocía perfectamente la naturaleza del patriarca de la familia Arismendi, hacía pender sobre ellos una peligrosa y afilada espada de Damocles. Era un sueño idílico en medio de un aura tenebrosa.

    Un día, seis años después, en 1975, y tres días del fallecimiento del Dictador, mientras los estudiantes de la carrera que estudiaba Catalina, tan solo 6 años menor, celebraban su fiesta de graduación, ella escapó del lugar donde el ágape, ya funado y en su punto más bajo, se daba a lugar, sin dar explicaciones a los presentes y, aprovechando que su padre no estaba en su casa, debido a un asunto urgente que trataba sobre sus negocios, en peligro de extinción tras la muerte de Franco, fue a ver a su amado Ariel, quien estaba a punto de acostarse. Catalina golpeaba la puerta de la casa de forma presurosa y nerviosa. Ariel se sorprendió al escuchar semejantes golpes, y bajó corriendo las escaleras, aun con los pantalones puestos, pero con su camisa desabrochada. Al abrir la puerta, Catalina corrió presurosa hacia los brazos de su amado, besándolo desesperadamente.

    - Ariel,- dijo, en un breve momento de tranquilidad, tratando de recuperar su aliento,- amor, no sabes las ganas que tenía de verte.
    - Pero,- comenzó a decir Ariel, aun sorprendido por la repentina llegada de Catalina,- ¿tú no tenías tantas ganas de ir a tu fiesta de graduación?
    - Sí.
    - ¿Y tanto así, que hasta me pediste que te dejara ir para ver por última vez a tus amigas?
    - Sí, pero...
    - Y ahora si mi padre vuelve, de un momento a otro, sin avisar, ¿sabes la que se puede liar?
    - Si, pero no me importa,- dijo Catalina.
    - ¿Pero tu de qué vas? ¿No te das cuenta del peligro que corres? ¡Si mi padre te ve aquí, es capaz de matarte!
    - Tu padre es un pringa'o, dudo mucho que pueda siquiera atreverse a ponerme un dedo encima.


    Ariel simplemente pasó por alto aquella afrenta a su padre, porque sabía que la conducta errática de su amada sólo podía ser producto del alcohol consumido en aquel bacanal que algunos denominaron eufemísticamente "fiesta de despedida", por lo que las respuestas que ella pudiera dar en ese momento no debiesen ser del todo coherentes para Ariel.

    - ¿Y tus padres saben qué estás acá?
    - No, no tienen idea. ¿Y sabes algo?, no tenía ni la menor intención de ir a esa fiesta.
    - Pero, ¿qué dices?...
    - Ya te dije, no quería ir a ese lugar tan cutre, lleno de perdedores y con todas mis amigas borrachas...
    - Es que no te entiendo, si no querías ir, entonces, por qué...
    - Ariel,- le dijo, sin dejar de tomar las muñecas de su novio con sus finísimos dedos, ¿no te das cuenta? Si te pregunté si me dejabas ir sola a una fiesta que era muy importante para mí, porque iba a ser la última vez que vería a mis compañeros, quizá en muchos años, es porque realmente me amas.


    Ariel realmente amaba a Catalina, pero el miedo y su preocupación por ella, una incómoda sensación de nerviosismo latente, sólo lograba desconcertarlo más y más. Ya no sabía que era lo que quería más. Por un lado, quería estar con ella, quizás pasar la noche y dejarla en su casa al día siguiente... pero por otro lado, estaba exponiendo la vida de ella, y la suya, ante la furia irracional que podría inundar a su padre si por alguna casualidad, los llegara a sorprender.

    - Sigo sin entender,- le respondió Ariel, tratando de encontrar una explicación lógica a las palabras de Catalina, quien tras esta frase se puso a reir.
    - ¿No lo pillas? Si me dejaste ir sóla es porque realmente confías en mí. Porque estás seguro de que yo no te pondría los cuernos con alguien más,- y tomándolo de las manos, continuó,- esa es la base de una relación, la confianza. Y yo confío en tí así como tú confías en mí, porque nos amamos,- y volvió a besarlo.
    - Yo te amo, pero ahora mismo estás hablando incoherencias porque estás hecha una cuba, es mejor que te vayas echando leches,- y caminando hacia la cocina, preguntó,- ¿Te sirvo un café antes de irte?
    - No, no quiero café, no necesito café,- su tono de voz cambió inmediatamente a un timbre melodioso y seductor,- necesito estar contigo. Deseo estar contigo. Lo deseo...


    La inclinación del cuello de Catalina permitió que Ariel pudiera verla en todo su esplendor. Era cierto que estaba ebria, era cierto que estaba desobedeciendo sus órdenes, y era cierto que su presencia los ponía en una situación altamente problemática. Pero ambos eran jóvenes, estaban solos, y las ganas de hacer lo que las presiones paternas no deseaban, ahora que no había nadie para impedirlo, fueron lo justo y necesario para comenzar lo que vendría después. Un amor prohibido estaba a punto de desenvolverse en plenitud. Catalina miró fijamente los ojos grises de su amado, mientras le sonreía mostrando sus pequeños, blancos dientes. Ariel veía su rostro cada vez menos rígido reflejándose en los luceros color miel de la hermosa chica a quin eligió como novia. Ambos sonreían, un poco por placer, un poco por nerviosismo. Pero eso no importaba. Estaban jugando con fuego. Estaban solos, estaban juntos. Estaban enamorados.

    - Catalina...

    Obnuvilados completamente por la adrenalina de la situación, ambos amantes se encontraron cara a cara, y se olvidaron del peligro latente que significaba la posible llegada de Ariel Arismendi padre. Esa noche, afortunadamente para ellos, y a pesar de la inadvertida molestia generalizada en la familia Villarroel porque Catalina no había vuelto a casa a la hora acordada, el patriarca de la familia Arismendi no volvió (se quedó tomando con sus amigos, algunos de los cuales todavía lloraban la partida del generalísimo, ahogando sus penas en hectólitros de chinchol y cerveza), y Catalina pernoctó cómodamente en los gruesos brazos de su querido Ariel. Esa noche nacería la Generación Arismendi-Villarroel... esa noche, sería el principio de toda esta tragedia.

    -- Sonidos de la suburbia... un caluroso día de primavera... 24 de Septiembre del 2009... --

    Bastián había llegado. Como casi nunca estaban sus padres, no había nadie que podía decirle lo que podía y no podía hacer. De todas formas, a Bastián parecía no importarle, si su alma siempre fue rebelde y belicosa, mas no por eso, injusta y despiadada. Bastián era el mejor amigo del siempre taciturno Mariano, un chico decidido y confiado, gran guerrero en momentos de lucha, y un gran consejero para su círculo de confianza. Pero por sobre todas las cosas, un ser humano peligroso a la hora de la comida y, por sobre todo, la bebida.

    Cuando Bastián cerró la reja del antejardín de la Casona de las Aralias, se extrañó al ver 2 vasos de plástico vacíos en medio del pasto. Los recogió como pudo mientras afirmaba contra su cuerpo la bolsa con el pan y los pasteles para la once. Y cuando se puso al frente de la puerta de calle, tuvo que dejar las cosas en el suelo para poder abrir la puerta. Finalmente, tras batallar tanto con las bolsas como con su paciencia y motricidad fina, Bastián finalmente pudo entrar. Y en el living no encontró a nadie. Ni a Diana, ni a Mariano, ni a la chica, ni a su fiel mascota Ganímedes, un gran labrador retriever extremadamente cariñoso y leal.

    - Algo no está bien,- pensó, mientras botaba los vasos en el basurero de la cocina,- normalmente a esta hora, Mariano ya está de vuelta en casa... no creo que Lázaro, su maestro, quiera verlo más de lo estrictamente necesario...

    Y luego, atando cabos, y viendo que ni Mariano ni la chica estaban, o al menos eso parecía, rápidamente reparó:

    - Ah, ¿y si Plasma finalmente se decidió a dar el paso?,- y empezó a recordar la conversación que tuvo con su querido amigo hace unos días, en la casa.

    -- 1 Semana antes --

    Mariano ya se había duchado y había salido del baño para vestirse en su pieza. Salió del baño con una toalla envuelta en su cintura, y otra, por supuesto, y puesta con mucho cuidado, en su brazo derecho, y se apresuró en entrar a su pieza para vestirse rápido. Pero no se fijó que en su pieza estaba su amiga, buscando algo que había dejado olvidado sobre la cama de Mariano. Ella se sonrojó al ver su cuerpo apenas cubierto con las toallas de baño. Mariano también estaba más que avergonzado. En realidad no le hubiese importado si Diana, o incluso si Bastián estuviera en lugar de ella. Pero por alguna extraña razón, el hecho de que su amiga lo viera así, en esa circunstancia, lo apenaba profundamente.

    - Eeeh... yo...,- se decía la chica, sin poder encontrar una respuesta rápida y coherente para la situación. Esto, por supuesto, ponía más nervioso aún a Mariano, quien sin entender por qué le pasaba, sentía una extraña sensación, entre agrado y pudor, por aquella escena.
    - No, no, no te preocupí,- decía apenas el "pobre" Mariano, sonrojado y apenado a más no poder,- no sabía que estabai aquí... si quieres me cambio ropa en el baño...
    - No hace falta,- respondió la chica y, en un giro inesperado de los hechos para él, agregó,- igual ya encontré lo que andaba buscando,- y clavando su mirada fijamente en los ojos incrédulos del joven, salió del cuarto con una sonrisa en los labios, y dejando a Mariano completamente descolocado, sin saber qué hacer ni decir. Tras vestirse, Mariano trató de buscar a la chica, pero ella ya había partido hacia la Fundación.


    - Puta la weá,- se decía, mientras colocaba su mano entre su frente y la pared, como deseando que la tierra se lo tragara.


    Bastián ese día había discutido con su polola, y estaba muy irritable. Lo primero a lo que atinó luego de llegar y saludar a Mariano, fue a abrir una de las cervezas que habían en el refrigerador, y que Diana había comprado hace una semana para celebrar su cumpleaños número 18, carrete por lo demás memorable, en el cual todos los miembros se pusieron alegres y donde hubo de todo: una pelea entre uno de los compañeros de Bastián y el DJ porque este no puso metal sino que puro reggaeton; un compañero de Mariano se echó el lavamanos; Bastian y Plasma se pusieron a bailar sobre la mesa y casi aplastan a la festejada; Ganímedes vomitando porque algún gracioso casi lo mata por darle cerveza; no faltó el que dio pena, Eric, quien se puso a llorar a moco tendido por Támara, por lo que tuvieron que dejarlo en la pieza de Bastian hasta que dejara de dar jugo; y hasta el mismísimo maestro, quien criticó de principio a fin por el hecho de que el anfitrión era Mariano, se curó raja y terminó desnudo, bailando con una planta y tirándose a la piscina.

    Disturbios y ordinarieces aparte, la situación de hoy es más tensa y complicada. Plasma estaba sentado en el sillón, con las manos en su mentón, la punta de los dedos tocando sus labios, y los codos apoyados sobre sus muslos, un poco más arriba de las rodillas. Sus ojos se perdían en las luminosas y atractivas imágenes que aparecían en la pantalla de la televisión. Modelos, acción, alcohol, y fascinantes escenas sugerentes. Nada podía alejar el bochornoso momento vivido horas antes de su mente, y tan sólo la voz de Bastián pudo sacarlo de su catarsis televisiva.

    - ¿Y tú?,- le dijo secamente,- ¿por qué tení esa cara de amurrado?
    - Ah, perro,- se trataban cariñosamente de perro, zorrón, papá, compare y otros términos supramarginales,- no sabí na'. (a)
    - ¿Qué paso, peleaste con la chica?,- preguntó Bastián mientras le entregaba una lata a Plasma.
    - No exactamente... o sea, si pasó algo, pero no es lo que pensai.
    - Ya, cuentame, perro,- y Mariano le contó el simpático episodio de las toallas. Su "partner", por supuesto, se largó a reir estrepitosamente.
    - Jajajaja, pero cómo, la media perso,- decía entre carcajadas,- ¿y se impactó?

    - Obvio poh, gil, ¡imagínate que mi hermana entra a su pieza con las toallas envueltas y tú ahí sentado como si nada... ¿cómo se sentiría?
    - Puta, Mariano, te entiendo, ¿pero por qué te amargai? Yo en tu lugar estaría todo papito corazón washo así.
    - No digai esa weá, ni en broma, weón,- Mariano estaba realmente cabreado.
    - Ya, perdón, compare, nunca más.
    - Ya, es que me da rabia... me hubiera dado lo mismo que hubiese sido mi hermana, o vo', porque no pasa naipe tiburón, pero con la chicoca no, porque... ella... no se como decirlo...

    Y pensando rápidamente, Bastián preguntó:

    - ¿Te gusta la chicoca, zorrón?
    - ¿Ah, no se nota?
    - Wena, weeena zorrón. Pero, ¿es legal?
    - ¿A qué te referí? Si son 3 meses no más de diferencia...
    - No, perro, me refiero a que si ella sabe que le gustai...
    - No sé si lo sepa... pero ayer se sonrojó bastante por lo que pasó... capaz que sea una señal, y que quiere...
    - ¿Y en que topai? Si yo he notado que son amigos, y que son muy amigui terrible cercanos. Y que se quieren caleta. Dale no más, perro, y si te va mal, aqui te espero con sus chelas locas y te subo el ánimo como querai...
    - Pero, si me va mal...,- se decía Mariano,- es como obvio que no vamos a poder seguir siendo amigos... después se vuelve demasiado incómodo. (O por lo que el autor de este cuento le ha contado -_-)

    Diana, la hermana de Mariano, había escuchado toda la conversación y se había decidido a ayudar a su hermano mayor. Diana nació en Madrid, en 17 de Septiembre del año 1991. A los 5 años llegó a un país nuevo junto a sus padres, Ariel y Catalina... o al menos eso fue lo que siempre se dijo públicamente. Era la única hija del matrimonio Arismendi-Villarroel, 5 años mayor que Plasma. A pesar de haber sido siempre una chica recatada e incluso indiferente a lo que podían ser las actividades normales de las chicas de su edad, y del hecho de siempre trataba de alejarse de las cosas que le provocasen dolor, cuando veia a Mariano o a Bastian en algun predicamento, nunca dudaba en ayudarlos.

    - Hermanito, dale no más,- dijo animadamente una dulce voz.
    - Diana...,- dijo Mariano, con una voz casi inaudible.
    - Si no te atreves, vas a perder la única oportunidad que tienes con ella...
    - ¿Y cómo sabí esas cosas, si nunca has tenido pololo?
    - Eso no importa, tonto. Lo que pasa es que los hombres son muy fáciles de predecir.


    Mariano y Bastián se miraron desconcertados.

    - Si no te atreves a decirle que te gusta, nunca vas a dejar de ser su amigo, y ella sólo te va a mirar como tal,- explicó Diana,- y eso, en el fondo, es peor que dejar de ser amigo de ella.
    - Y yo supongo que no querí que sólo sean amigos, ¿o sí?,- terminó Bastián.

    Mariano miró cabizbajo la alfombra del living mientras trataba de decidir qué hacer con su amiga.

    - Ya, OK,- se dijo,- me la juego.

    - Ese es mi tiburón,- celebró Bastián, al tiempo en que ambos amigos chocaban los cinco y sus latas de cerveza.
    - Oye, ¿y desde cuando toman cerveza ustedes?
    - ¿Y desde cuando nos haci atados?,- respondió Plasma.


    Esa noche, los tres adolescentes celebraron con cerveza la decisión de Mariano. Por una noche, el dolor que le provocaba su mano derecha desapareció por completo, y la esperanza de conquistar el corazón de su mejor amiga. Bastián recordaba cercanamente la celebración, no tan sólo por el hecho de que eso pasó hace una semana, sino que por el hecho de que había notado el sentimiento de esperanza, al ver el rostro de su amigo. Nada lo podía alejar de sus buenos pensamientos, que deseaban lo mejor para él y su amiga, excepto por la presencia de Diana, quien bajaba por las escaleras, con la única intención de hablar con Bastián.


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    Mensaje  Betito Jue 26 Nov 2009, 21:47

    Capítulo 2: Dolor, una Forma de Vida (b)

    -- Madrid, amanecer del Lunes 24 de Noviembre de 1975 --

    El otoño estaba llegando a sus últimos días. El frío y las lluvias se hacían más y más frecuentes en el valle central de España, y las costa paradisiacas del país y de toda Europa se habían quedado ya casi sin turistas. En la capital, los madrileños se preparaban como todos los años para la arrremetida de las nevadas y el granizo. Algunos limpiaban las canaletas de las techumbres de las casas, las cuales eran, en su mayoría, de un tono rojizo o marrón. Otros barrían las hojas secas de las calzadas y trataban de limpiar las canaletas para evitar el colapso del alcantarillado. Mientras los chicos iban de camino a la escuela y los trabajadores comenzaban a currar y a jugarse su salario, las dueñas de casa preparaban con esmero deliciosos caldos y otros platos típicos de la península, o comenzaban a realizar las labores del hogar. Por supuesto, también estaban los parados, clientes habituales de la seguridad social. También estaban los carrozas, amargados de la vida, que con sus rabietas sacaban más de una sonrisa a los vecinos agradables de los barrios. Los jubiletas pasaban las horas jugando ajedrez o damas mientras escuchaban por la radio el noticiero o las canciones de Nino Bravo y Julio Iglesias. Y los franquistas estructurales, quienes aun no salían del shock post-traumático que significó la partida de su lider.

    Todo era normal por las calles de Madrid, donde parecía que el efecto de la muerte de Franco había liberado a la población del letargo emocional que había durado más de tres décadas. Y en el barrio del Pardo, en la residencia Arismendi, y por primera vez en mucho tiempo, reinaba la paz. Ariel y Catalina, amantes por alrededor de seis años, yacían sobre el lecho de este, abrazados, compartiendo su intimidad mutuamente. Los dos estaban cubiertos por tan sólo 2 frazadas de lana de excelente calidad y una decorada sábana de blanco algodón. La noche anterior estuvo lejos de ser una velada ideal, ya que el miedo a ser descubiertos arruinó parte de la noche. Aun así, eso no importaba para ellos. Estaban sólos. Estaban juntos. Ese calor, sólo puede sentirse estando junto a una persona especial.

    Ariel se despertó primero. Eran las 8 de la mañana. Se había quedado dormido. Tenía que trabajar en su despacho de abogados, pero tampoco podía dejar a Catalina a merced de su padre. Aprovechando que su pareja estaba aun profundamente dormida por los efectos del alcohol, se levantó, se vistió y llamó por teléfono a su puesto de trabajo, diciendo que no iría a trabajar ese día. Inmediatamente después de vestirse, se dirigió hacia la habitación de su padre, pero se sorprendió, algo aliviado, al ver que éste se encontraba durmiendo plácidamente, embrutecido por el alcohol a tal punto, que ni siquiera se molestó en sacarse los zapatos, o en abrir su cama para recostarse. Es un alivio, pensó Ariel hijo, saber que no advirtió la presencia de Catalina en la casa. Ariel regresó a su cuarto y trató de despertar a su pareja sin sobresaltarla, pero lo logró sin mucho éxito.

    - Arriba, Catalina,- le dijo,- mi padre llegó ayer en la noche y está en su cuarto durmiendo.
    - ¿Qué? ¿Estás de cachondeo?,- preguntó Catalina, como si en su tono de voz pareciera que Ariel le estaba jugando una broma.
    - Sí, mira. Ayer estabas demasiado ebria, y no pude ir a dejarte a tu casa, que si no tus padres te recibían con una bronca que ni caes.
    - Jooo...,- se dijo a baja voz,- con razón me duele la cabeza. Como si me estuviesen pegando con un hacha.
    - Amor, ¿quieres un paracetamol, o algo para la resaca?
    - Sí, un café. Un café y como nueva.
    - Joder, Catalina, no hay tiempo. Vístete, lávate la cara, tómate el paracetamol y acompáñame. Iremos a tu casa.
    - Pero bueno, ¿no decías que si mis padres me ven, me matan?,- preguntó Catalina, confundida y un poco molesta.
    - Si te hubieran visto ayer en ese estado tan lamentable, es obvio que te hubieran hecho algo. Pero ahora que estás sobria, les decimos que yo te pasé a buscar anoche.


    Catalina se levantó del catre y tomó su ropa, mientras Ariel salía de la habitación para no verla mientras se cambiaba. Se dirigió a la cocina, buscó el paracetamol y un vaso con agua. Apenas Catalina se terminó de vestir y de lavarse, bajó por las escaleras aun con los efectos de la resaca en su cuerpo, fue hacia donde estaba su amado y se tomó el remedio sin haber comido nada.

    - Estamos listos para salir, ahora debemos marcharnos antes de que...
    - ¿Antes de qué, Ariel?,- la voz de Ariel padre resonó en toda la casa. Se había despertado con los ruidos de las pisadas en la escalera de madera.
    - Mierda, la que se ha liado,- dijo Catalina entre dientes, mientras trataba de salir.
    - ¿A dónde creen que van ustedes dos?,- gritó Arismendi padre, furibundo,- Ariel, creí haberte prohibido terminantemente que te vieras con esta mujerzuela.
    - ¡Catalina no es una mujerzuela!,- respondió Ariel hijo con el rostro casi desencajado,- Ella es mi novia y la amo. Además, ya soy un adulto y se con quien y con quien no relacionarme.
    - ¿Cómo te atreves a levantarme la voz de esa manera, insolente?,- Ariel padre no podía encontrar un equilibrio en su tono de voz, que subía y bajaba descontroladamente,- Esta mujer se va de esta casa y no vuelve a entrar nunca más.
    - Si ella se va, yo tambien me voy,- Catalina buscaba con sus bellos ojos el rostro de su amado, tras escuchar esta enérgica decisión,- porque ya he decidido que voy a hacer mi vida con Catalina, le guste o no le guste.
    - Muy bien, así va a ser...

    El viejo empresario sacó su arma de fuego y amenazó con el oscuro cañón de la pistola a los dos amantes, asustados y sorprendidos por el inesperado giro en la situación.

    - Si van a amarse y a hacer su vida y a quizás que cosa se les ocurra hacer,- dijo Ariel padre, háganlo... pero si vuelven a poner un pie en esta casa, o en cualquiera de mis dependencias, os juro por mi madre y por mi generalísimo que están en los cielos, que no volverán a amarse de nuevo si lo hacen.
    - Entonces está todo dicho,- Ariel hijo se dirigió a su habitación, pretendiendo sacar sus pertenencias de su casa,- espero no tener que volver a ver su rostro jamás. Ya me doy cuenta de la clase de persona que usted puede llegar a ser...
    - Lárgate inmediatamente de aquí, cagando leches, que si no...,- en ese momento se escuchó un estruendoso disparo, que si bien no hirió a ninguno de los dos amantes, fue la señal necesaria para que ambos se marcharan de la residencia a toda prisa, y sin siquiera alcanzar a sacar lo necesario para llegar a casa de Catalina en buenas condiciones.

    Durante largos minutos estuvo aquella pareja, condenada a sufrir por amor puro pero prohibido, corriendo desesperadamente por las calles del Pardo, a vista y paciencia de las personas, quienes eran testigos atónitos de la desenfrenada carrera por sobrevivir de Ariel hijo y Catalina. Bajaron por la única calle que conectaba desde el exclusivo barrio hacia el centro de la ciudad, esquivando a todo aquel que se presentara de manera inadvertida ante ellos. Así, pasaron por Guadarama, por el barrio del Pilar, recorrieron juntos Fuencarral, Chamartín, y así fueron vagando por las callejuelas de la capital hasta llegar a la céntrica villa de la Castellana, el barrio más representativo de la ciudad, y juntos llegaron a la bella casa enclavada en una de las apacibles calles del vecindario, donde vivía con sus padres. Se pararon fuera de la puerta de casa, y Catalina golpeó en tres ocasiones la puerta, mientras los gritos del incesante "Ya van" se escuchaban desde el otro lado de la madera. Cuando la puerta se abrió, Ariel se hizo hacia un costado para evitar ser visto por los padres de la hermosa hija única de la familia Villarroel.

    - Catalina, hija,- dijo efusivamente su madre tras abrir, al tiempo que la abrazaba- ¿por qué no me llamaste?
    - Mamá, por Dios, traté de hacerlo,- respondió,- pero la linea me marcaba ocupada.
    - ¿Y te quedaste en ese lugar como te dije?, preguntó con una mueca de preocupación. Ariel aun no había sido visto por la madre de Catalina.
    - Que sí, mamá, si no hay transporte a esas horas.
    - ¿Estás segura?
    - Sí, mamá, ¿a dónde más podría ir?,- esto lo dijo Catalina, con un tono de voz cada vez más preocupado.
    - No sé, pudiste haber ido a la casa de esa horrible familia, Arestegui, o algo así...
    - Arismendi. Y no todos son horribles como crees. Ariel es una persona maravillosa.
    - Ese chaval es tan sólo otro miserable miembro de esa familia. Por su culpa, los barrios pobres de Madrid viven en la miseria, mientras que los pijillos de cuarta se la pasan pipa de fiestorro en fiestorro, con el dinero que le han quitado a los pobres.
    - Ariel no es así,- gritó Catalina,- es un hombre de bien, un profesional, se gana la vida de forma justa.
    - Hija, eres una ilusa... pero bueno,- la madre de Catalina se dio cuenta de la presencia de Ariel en la calle.
    - Hostias...,- se dijo Ariel, mientras trataba de huir del lugar.
    - ¡Eh, tú, no te escabullas!,- Ariel se frenó y se devolvió para enfrentar la mirada llena de desprecio de la que podría ser su querida suegra, en mejores circunstancias,- ¿cómo te atreves a aparecerte con todo el morro frente a mi casa? ¡Y con mi hija!
    - Señora, me ofende...
    - ¿Te ofendes?,- vociferaba con el timbre de su voz oscilando fuera de los parámetros de la discreción,- pues yo debiese sentirme ofendida... saber que Catalina se relaciona con lacras como tú me llena de vergüenza.
    - Señora, por favor escúcheme,- Ariel trataba desesperadamente de ganar la atención de la venerable señora.
    - Y más encima, le llenaste de mentiras la cabeza a esta niña,- decía mientras la zamarreaba de un brazo,- y le hiciste creer que tu eres un buen chaval, ¡pero en realidad, tu no eres más que un miserable, al igual que tu padre!
    - ¡Señora, por favor, escúcheme!

    El grito de Ariel dejó en silencio a todos los que presenciaban la escena. Las vecinas "cotillas" se agolpaban en los balcones y en las ventanas para escuchar todo lo que pasaba en la puerta de la casa de los Villarroel. El rostro de la ya casi anciana mujer se palideció y se puso rígido, como si nunca se hubiese desencajado antes. Incluso Catalina se mostraba impactada por la severidad de la expresión de su novio, mas no por eso, cambió lo que pensaba y sentía por Ariel.

    - Para mí Catalina es una persona muy importante. Es más que una amiga, es mi compañera. Una consejera. Un apoyo fuerte, y es mi consuelo en días tristes...
    - No... no...,- repetía la madre de Catalina, al borde del llanto.
    - Lo que quiero decirle, señora, es que yo a Catalina la amo. La quiero muchísimo. Y ella me ama a mí también. Sé que no hemos empezado con el pie derecho, pero no tiene por qué ser así. También sé que me persiguen las cosas que ha hecho mi familia en el pasado, pero por favor, créame que yo más que nadie quiero romper con ese círculo, y el primer paso es...
    - ¡Cállate, coño, cállate!,- gritaba la respetable, ya llorando y queriendo golpear a Ariel,- ¡te voy a matar con mis manos, maldito Arismendi, te voy a matar!
    - Mamá, por favor, tranquilízate,- Catalina trataba de poner en vano la calma en la situación, pero era imposible: la señora era cosa seria cuando se molestaba.
    - ¿Qué coño está pasando, vieja?,- el padre de Catalina había salido, motivado por los gritos de la discusión.
    - Este maldito hijo de perra me ha insultado en frente de mi hija,- chillaba la señora, a mandíbula batiente.
    - Eso sí que no se lo permito, señora,- gritó Ariel, casi fuera de sí.
    - ¿Tu no le permites a ella? ¡Te vas a cagar, joputa!,- el robusto caballero trató de atacar al noble Arismendi, pero Catalina se había interpuesto entre él y su padre.
    - Papá, no, por favor,- momento que aprovechó Ariel para largarse a correr. Cuando Catalina se dio cuenta de que Ariel estaba huyendo, ella se giró y lo siguió.
    - ¿Y tú a dónde crees que vas?,- rugió fiero el padre de Catalina.
    - ¡Váyanse a la mierda!,- le respondió.

    Y así, los dos enamorados se encontraban otra vez corriendo por las calles de Madrid. Unas horas después, llegaron a la casa de un amigo de Catalina y de Ariel. Le contaron todo lo sucedido y éste les consiguió la plata para poder pagarse un viaje al aeropuerto y hacia el destino que estos quisieran. En este caso, Chile, un destino evidentemente providencial y realista, ya que ahí vivía uno de los primos de Ariel, quien entró a ese país luego de la llegada de los militares al poder, en 1973, junto a su esposa. El amigo que les dio el dinero y la posibilidad de empezar una nueva vida fue Javier DeCroix, un exitoso publicista francés, mujeriego y bueno para la vida nocturna. De apenas 28 años, aun no lograba darse su lugar de forma correcta en la vida. Su desenfrenado modus vivendi le había ocasionado más de un dolor de cabeza e incontables líos judiciales. Sin embargo, había salido impune de todos gracias a su gran capacidad adquisitiva y a sus excelentes abogados. Incluso se rumoreaba, que entre sus negocios menos conocidos estaba el espionaje corporativo a favor del brazo comercial de la Corporación en España y Francia. Así, su doble vida como un respetado profesional y un pseudo agente libre lograba pasar inadvertida, y le permitía ayudar a quien quisiera. DeCroix, un apellido que ningun Arismendi, ni siquiera Mariano en el futuro, podría olvidar.

    ---Atardecer del 24 de Septiembre del 2009... suburbia de Santiago...---

    La penumbra se apoderó rápidamente de las cornisas de las casas de la Ciudad Satélite. El cielo ya no brillaba... las nubes comenzaron a cubrir los cielos de color cobrizo desde occidente. El viento así las desplazaba, y cubrían los últimos halos de sol que destellaban por el firmamento. El alambrado de la Calle Aralias se había encendido ya y los niños, completamente ignorantes de lo que en cualquier momento podía desencadenarse, seguían jugando a pesar de que los padres los mandaban a entrar a las casas.

    Dentro de la casona, los ecos de las pisadas de Diana sobre los peldaños de madera gruesa se abrían en el espacio del living y consiguieron sacar a Bastián de su concentrada meditación sobre lo que ocurría con Plasma.

    - Ah, Bastián,- le dijo calmadamente,- que bueno que llegaste...
    - Sí, traje cosas para la once... y carne para el almuerzo de mañana...
    - Ya veo,- respondió escuetamente, como si no estuviera poniendo atención realente a la conversación.
    - ¿Pasó algo?,- preguntó Bastián, realmente preocupado por el tono de voz la joven Diana.
    - No, es sólo que...
    - Dime, por favor,- Bastián se comenzó a preocupar levemente, ya que sentía un cresciente presentimiento de que algo no estaba bien.
    - Nada, es que al parecer, Mariano discutió con la chica.

    Bastián dejó de hacer lo que estaba haciendo y se concentró exclusivamente a escuchar a la hermana de Mariano.

    - ¿Pero cómo?.- se preguntó, algo disgustado,- se supone que estaba complatamente focalizado en decirle que la quiere...
    - Ssshhh,- silbó Diana, con un dedo sobre sus labios,- la chica puede estar escuchándonos... y no es la idea.
    - Ya, pero dime cómo cresta se pelearon,- volvió a preguntar, ahora en voz más baja.
    - Creo que ella le preguntó algo que a él no le gustó, y por eso entró y se encerró en su pieza. Y ella lo siguió. Ahora no sé en qué andaran.
    - ¿Se encerró? ¡Pero qué mierda tiene ella en la cabeza! Si sabe que no se le puede preguntar nada sobre su pasado sin que se enoje.
    - Sí ella sabe,- contestó Diana,- pero por lo que escuché, tras la puerta, fue que ella le insistió tanto que al final se ablandó y decidió contarle.
    - Y entonces, ¿porqué se enojó?,- inquirió Bastián, un poco más molesto, y con su mirada fija en la cara de la chica.
    - Yo pensé que la conversación iba a seguir normalmente,- y cerrando sus ojos momentaneamente, mientras inclinaba su mirada hacia el suelo, siguió,- pero cuando escuché un grito de "¡Tonta!", dejé de escuchar y me entré.

    Bastián colocó sus manos sobre su rostro, evidentemente contrariado por lo que estaba escuchando. Ya la noche se había caído en toda la Región Metropolitana, y los sonidos característicos de los insectos nocturnos comenzaban
    a vibrar en el frio aire de la noche primaveral.

    - Es que de verdad,- se lamentó Bastián,- este tipo de cosas me descompone. Primero, el parcito estaba muy amigui esta mañana, y hasta conversaron caleta como amiguis que son, y ahora por una pelea estúpida, ya no se vuelven a hablar.
    - En todo caso, la culpa no es tan sólo de la chica, porque Mariano no puede tratarla así, sea cual sea el motivo.
    - Está bien, pero si se lo advertimos,- y abriendo la puerta donde guardaba la comida de Ganímedes, continuó,- que si era demasiado entrante en su forma de preguntar, iba a dejar la cagá, porque sabe que cuando a Mariano le recuerdan el tema de su familia, reacciona violentamente,- y dicho esto comenzó a servirle la cena a su mascota.
    - Pues no creo que Mariano sea capaz de pegarle.
    - El es incapaz de pegarle a una mujer, pero yo creo que ella no puede aprovecharse y ser tan confianzuda con él.
    - Y dale con la wea, si él quería contarle ese tipo de cosas a ella es porque se ganó la confianza del Mariano y porque él realmente quería decirle eso.
    - Aun así es demasiado peligroso preguntarle algo así, sea quien sea el que lo haga... Gani, ven a comer, está servido.

    Mientras dejaba el plato con la comida y el agua del perro al lado de la puerta del patio trasero de la casona, Mariano estaba encerrado en la pieza, descalzo. La chica sentada, a su lado. Escuchando música a todo volumen, pero con la puerta cerrada con llave y con las ventanas cubiertas por la delgada cortina azul. Tendido sobre su cama, aun sollozando. La melodiosa voz de Brandon Boyd (c) se dejaba sentir, enjaulada dentro de las cuatro paredes, haciendo vibrar los marcos y neutralizando los susurros casi silentes de él y de la chica. El humo del cigarrillo flotaba denso en el aire y se condensaba a la altura del techo.

    - Mariano,- le decia la chica suavemente, mientras tomaba su mano para ganar su atención,- dime qué tengo que hacer para que me perdones.
    - A ver, chica,- dijo Mariano, con el tono de voz adormecido, mientras botaba las cenizas de su cigarrillo en el cenicero a un costado de su brazo derecho, aun cubierto por su pañuelo rojo- yo puedo perdonarte si es lo que querí. Y si te ofendí en la discusión...
    - Me trataste de tonta.
    - Bueno, si en realidad te dije eso, pues la verdad, estoy muy apenado. Me salí de mis casillas cuando debí haberme comportado de forma más... madura.
    - Si yo se que para tí no es fácil hablar sobre tu familia. Pero como te pregunté y dijiste que no habían problemas, pues...
    - Si, si eso está bien, pero lo que me molestó fue que dudarai de mis intenciones en la Quimera. No sé por qué, pero estoy casi seguro de que sientes lo mismo que el resto... un sentimiento de desconfianza.
    - ¿Por qué decí eso? ¿Por lo que cree el maestro?,- y poniendo los pies sobre la cama, le dijo,- no tení que hacerle caso. Ahora la situación de todos en esta guerra es desesperada, y es normal que todos estén en la volá paranoica.


    Mariano se acomodó en su costado de la cama y preguntó:

    - Oye, ¿tu de verdad creí que pueda traicionarlos?

    La chica no respondió, y Mariano le dio la espalda, mirando hacia la pared.

    - Lo sabía, eres igual que ellos.
    - Por la cresta, Mariano, ¿qué prueba necesitas tú para demostrarte de que si te creo?
    - No basta con que me lo digas, porque si me lo dijeras y no te conociera, yo simplemente te creería... pero...
    - ¿Pero?,- se dijo, extrañada.
    - Como se trata de tí, una de las pocas personas en las que puedo confiar en este mundo, es que necesito una prueba.


    La chica suspiró, y bajo un súbito arranque de determinación, le dijo a Mariano.

    - Mariano, corta el show y mírame a los ojos,- respuesta que no esperaba en lo absoluto, y que hizo que girara, no completamente, su cabeza para mirarla de reojo.
    - ¿Qué?
    - Mírame a los ojos. Sólo así podrás saber si realmente soy como tu crees.


    Plasma se giró sobre sí, y miró a la chica directamente a sus brillantes ojos, y no encontró ninguna mancha. Nada. Sólo un luminiscente halo de luz que rodeaba sus pupilas. No había ningun indicio de duda en su mirar y, por ende, en su aura. Estaba segura.

    - Ya lo veo,- rectificó Mariano,- ya me dí cuenta de que eres única, eres especial.
    - ¿De verdad?,- preguntó, otra vez sonriente.
    - Obvio, y es más... dejame decirte que decidí perdonarte sólo por una razón...
    - ¿Por qué?
    - Porque desde el primer momento en el que ví tus ojos, me di cuenta que tú serías alguien completamente especial para mí. Y ahora que he vuelto a mirarlos, me has convencido completamente de que estaba en lo cierto.
    - Mariano...,- la mirada de la chica era la que buscaba los ojos del joven desviante ahora,- eso... me alegra... porque yo no podría imaginarme vivir peleada contigo... por una estupidez... y lo peor es que si así hubiera sido, todo sería mi culpa.


    Mariano alargó sus brazos y abrazó de costado, sentado sobre su lecho, con sus piernas semiflectadas, a la chica sobre su cuello. Ella simplemente se dejó llevar por el movimiento del luminoso chico. La ahora relajada respiración de Mariano caía sobre los mechones de cabello de su amiga, levantándolos un poco desde su cabeza.


    - Ahora que lo pienso,- dijo Mariano,- yo debería pedirte disculpas... por haber dudado de ti, y por hacerte pasar un mal rato, sin merecerlo... perdóname, por favor.
    - Ya, filo, no te preocupí,- le respondió, riéndose,- si igual tengo una razón por la cual te puedo, y te voy a perdonar...
    - Yaaa, ¿y cual sería?...


    Última edición por Betito el Jue 03 Dic 2009, 22:19, editado 1 vez
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    Mensaje  Betito Dom 29 Nov 2009, 15:06

    --Capítulo 3: Un nuevo amanecer seguido de un nuevo ocaso--

    -- La Dehesa, Santiago de Chile... 17 de Agosto de 1976--

    La familia Arismendi Villarroel, ya establecida en las nuevas residencias del exclusivo -no podría ser de otra manera- barrio de la Dehesa que ya se estaban construyendo en ese entonces, estaba en júbilo. Ariel Arismendi Guzmán y Catalina Villarroel se habían asentado a finales del año pasado en este país gracias a las facilidades monetarias que Javier DeCroix había entregado a la felíz pareja, y ahora había pasado exactamente una semana del nacimiento del primer hijo de la pareja: Gabriel Arismendi Villarroel.

    El pequeño infante tenía sus ojos permanentemente abiertos, buscando siempre la luz que se colaba por las ventanas, o queriendo encontrar desesperadamente el pecho de su madre. Sus rasgos faciales, por otra parte, eran prominentemente herencia paterna. Nariz pequeña, boca delgada, mentón pronunciado y mirada penetrante. Todo parecía indicar que también desarrollaría el caracter fuerte y sensato del padre, y a la vez, la gracia y la suspicacia de la hermosa Catalina.

    - Ariel,- le decía Catalina, con el bebé en brazos, y sonriendo mostrando sus blancos y hermosos dientes,- nuestro hijo es la primera bendición que tenemos. No puedo dejar de pensar en un futuro mejor para nosotros.
    - Querida,- respondió Ariel,- el nacimiento de Gabriel me genera un sentimiento tan agradable, que no encuentro la palabra exacta para describirla... Sin embargo, no podemos bajar la guardia. Tengo un pésimo presentimiento.
    - Amor, no podemos vivir sumidos en el miedo. Piensa en el niño, y en nosotros. Debemos dejar atrás lo que nos pasó en España.
    - Es que no se puede hacer del todo. Mi padre es implacable con sus enemigos cuando los tiene entre ceja y ceja.


    Catalina palideció. Sabía que algo estaba ocultando Ariel, algo realmente importante y terrible, porque de otro modo, nada podría empañar la felicidad de su amado. Se puso de pie, con el niño aun en brazos, y posó su mirada sobre el rostro preocupado de su amor.

    - Ya han pasado nueve meses, y en ese tiempo no hemos sabido nada de tu padre. Y yo tampoco he podido comunicarme con los míos. Me imagino que por el numerito que le montamos en Madrid...
    - La buena noticia es que mi padre no tiene por qué saber que estamos en Chile. Y tampoco creo que Javier sea capaz de delatarnos.


    La mala noticia fue que no fue Javier DeCroix, sino que uno de los primos de Ariel, el que alertó a los Arismendi en España, de la presencia de Ariel hijo en Santiago. Durante la fiesta que se realizó por motivo del nacimiento de Gabriel, uno de ellos llamó por teléfono a su tío en Madrid, contándole la noticia. Y el tío de éste le avisó a un pariente de Ariel padre, y este al patriarca de la familia. Cuando Ariel Arismendi Bahamonde se enteró de la noticia de que su hijo y su novia estaban vivos, prófugos de sus familias, y formando una nueva rama aparte de su clan, se enfureció como nunca en su vida lo había hecho. En efecto, algo parece haber despertado en su interior. Una oscura semilla dormida germinó en su alma, y terminó de florecer ese mismo día, cuando súbitamente convocó a sus hombres de confianza y a su guardia personal. Ariel padre les informó, falsamente, de que un grupo de delincuentes estaba amenazando sus intereses en aquella lejana ciudad, razón por la cual los juntó y armó: para liquidar aquel foco de peligro.

    - ¿Es un grupo de reaccionarios de la Acracia?,- preguntó uno de los esbirros de Ariel padre, mientras masticaba chicle con la boca abierta.
    - No, no son Acratas, pero son bastante peligrosos.
    - Quizás si nos diera más información, podríamos prepararnos mejor ante cualquier eventualidad.
    - Ya les he dicho que no puedo decirles nada antes de que lleguemos,- respondió algo contrariado,- y por favor, ¡mascad ese chicle con la boca cerrada, joder!


    Logrando evitar las guardias internacionales, el grupo partío armado desde España, con el mejor equipamento bélico en ese entonces. Ariel padre y sus hombres llevaban con ellos fusiles de asalto y municiones, revólveres y cuchillos de caza. Tan confiado estaba el patriarca de la familia Arismendi de su victoria, que no les provisionó de chalecos antibalas u otro tipo de protección para proyectiles.

    - Perdón que pregunte, jefe,- replicó otro de los ayudantes de Ariel,- pero si quiere que usemos armas de fuego, es porque sus enemigos deben tener armas también, ¿no?
    - En realidad no. No tienen armas de fuego, pero sí tienen otros tipos de armas. Son peligrosos incluso sin ellas.
    - ¿Será posible?,- pensó un tercer tipo,- ¿acaso estamos tratando con...?
    - No especules más de lo necesario,- respondió Ariel secamente, como si hubiera previsto que iba a decir la palabra Desviante.


    Al llegar a Santiago, protegidos por los agentes corporativos de apoyo, el grupo entró a la zona donde se encontraba la casa de Ariel hijo y Catalina. El helicóptero descendía de los cielos y se aprontaba a posarse sobre la casa del único hijo del patriarca Arismendi. El ruido de las hélices era ensordecedor, y su circular movimiento centrífugo levantaba el polvo de las aceras a niveles donde el aire se tornaba irrespirable. Los vecinos se impactaron al ver el armatoste volador tan cerca de sus hogares y se apresuraron a encerrarse bajo llave. Cuando terminó de posicionarse, el grupo de ataque, comandado por el mismísimo Ariel Arismendi Bahamonde, se disponía a bajar por medio de sogas hasta el patio de la casa.

    - Bien, muchachos, en cuanto de la orden, dispararán a matar, no antes. No quiero que se produzcan más bajas de las estrictamente necesarias. ¿entendido?
    - Sí, señor,- dijo el grupo de tres hombres a una voz.


    Mientras tanto, Ariel hijo sólo lograba divisar la gigantesca nube de polvo, que a estas alturas se elevaba hasta los segundos pisos de las viviendas en esa calle. Catalina estaba realmente preocupada. Tuvo el presentimiento de que las palabras de su amado habían cobrado verdad de un momento a otro. El bebé hace no más de cinco minutos se había quedado dormido, y ahora, debido al estridente giro de las hélices metálicas, Gabriel se despertó llorando a mandíbula batiente.

    - Maldita sea, lo sabía,- vociferó Ariel hijo, mientras tomaba su cabeza con sus manos,- este desgraciado no descansará hasta vernos muertos.
    - Ariel, no grites, que asustas al niño,- dijo Catalina,- y pensemos en una forma de escapar.
    - ¿Escapar? ¿Cómo cojones vamos a escapar? Si llegaron en helicóptero, es que deben tener un arsenal enorme con ellos.
    - ¿Vas a entregarte?
    - Creo que es lo mejor para nosotros. ¿Qué más puedo hacer?


    Ariel se acercó otra vez por la ventana, y veía incrédulo que los atacantes llevaban en sus manos armamento pesado. Específicamente, fusiles M16 (d). Con un ademán, Ariel le ordenó a sus hombres a colocarse fuera de la puerta de la casa. Nadie en las calles. Nadie ha visto nada. Ariel hijo, al mismo tiempo, le ordenó a Catalina esconderse en el closet junto al pequeño Gabriel. Luego, sacó de su gaveta algo que había ocultado celosamente a Catalina: una Smith&Wesson. Un potente revólver preciosamente decorado. Ariel hijo se colocó la cartuchera alrededor de su cintura, cargó rápidamente el arma con 6 balas, colocó la nuez en su lugar y bajó silenciosamente las escaleras. De pronto, sintió una extraña sensación en todo su cuerpo. Sin ningun aviso, las moléculas de su cuerpo comenzaban a chocar. La adrenalina recorría su sangre, agolpándose en su corazón y luego se volcaba hacia el resto de su cuerpo. Ariel no sabía que estaba pasando. Inexplicablemente, una energía que estaba oculta en sus genes se dejaba ver, y consumía la voluntad de Ariel. Un grito en las afueras, y se desató el infierno.

    - ¡AHORA!

    El grito de Ariel padre fue la orden para que el grupo de ataque entrara a la casa, tras derribar la puerta. La valentía se había apoderado súbitamente de la mente de Ariel hijo, y terminó por desplazar el pensamiento racional a un segundo plano. El corazón de Ariel hijo latía de forma impresionante rápida, como nunca en su vida lo había hecho, y en sus ojos se reflejaban dos pozos sombríos, como si se trataran de las puertas del Abismo. El primero de los hombres ingresó al living con su arma apuntando directamente a la cabeza del joven Arismendi, pero éste le dirigió una mirada que lo petrificó al instante, haciéndolo caer al piso, mientras se retorciá atrozmente: la locura se había apoderado de su mente. A pesar de aquella demostración de poder, los otros dos hombres no retrocedieron, y dispararon a matar, bajo la orden de Ariel hijo. Sin embargo, la lluvia de proyectiles no alcanzó siquiera a rozar su cuerpo. Flotaban inertemente frente a el, y súbitamente giraron hacia los ejecutores de los disparos. Con su voluntad, Ariel hijo dirigió las balas hacia el corazón de uno de los hobres, matándolo al instante, mientras sacaba su revólver y liquidaba con 5 disparos al tercero. Finalmente, remató a su primera víctima con un violento tiro a la sien derecha. Catalina, oculta en el closet del segundo piso, lloraba silenciosamente, ahogada por la angustia, mientras mantenía los gritos de Gabriel al mínimo. Abajo, tras presenciar la carnicería hecha por Ariel hijo, su padre ingresó violentamente, disparando contra todo, pero sin haber logrado herir al heredero de la familia. Repentinamente, Ariel hijo apareció atrás de su padre, y con la fuerza de su brazo, atravesó el pecho del hombre que le dio la vida, y le arrancó cruelmente su corazón. Todo esto lo hizo poseido por una extraña presencia en su cuerpo: la esfera de la oscuridad había aparecido en su ser.

    - Catalina,- gritó mientras ocultaba los cuerpos,- puedes salir, no hay peligro.

    Ella no esperaba que Ariel saliera con vida de aquel baño de sangre, dada la violencia de los agresores. Bajó con el niño en brazos, tapando su cabeza con un pañal blanco para evitar que viera lo que podía ser un verdadero cuadro de horror. Y en efecto, Catalina gritó apenas vió los cuerpos sin vida de los cuatro atacantes. Ariel hijo estaba jadeando, cansado por aquel combate, con su camisa manchada con el líquido vital de su padre, y con su corazón aun latiendo, en sus manos.

    - Ariel, ¿qué mierda acaba de pasar?,- chillaba Catalina, histérica, sin saber dónde mirar, y con un rostro de asco notorio, dado por la mezcla entre el pesado olor de la pólvora y la sangre, la fuerte imagen de muerte, y el estrés de la pelea.
    - No preguntes nada y sube al coche. Tenemos que salir de este pais en este instante.
    - ¿Pero te volviste loco? ¡Si la poli te ve en ese estado, te van a arrestar, o incluso peor, te pueden matar!
    - No me importa. Tráeme ropa limpia y las llaves del coche. Hay agua debajo del asiento con el cual puedo lavarme.
    - ¡Y ese de ahí es tu padre!
    - ¡Joder, Catalina, obedece!,- gritó desesperado Ariel, lo que provocó que Catalina hiciera rápidamente lo que le pidió. Mientras ella buscaba un cambio de ropa, Ariel ponía en marcha el motor del automóvil, con la intención de llegar al aeropuerto lo antes posible. Rápidamente, Catalina bajó con el niño en brazos, con las mudas de ropa de Ariel y Gabriel, una muda de ropa de ella, y el dinero suficiente para pagar los pasajes a España.
    - Mejor conduzco yo,- sugirió Catalina,- si alguien te ve conduciendo con esa ropa, nos pueden pillar.
    - Tienes razón. Conduce tú hacia el aeropuerto, mientras me cambio ropa y veo al niño.


    Y así partió la familia Arismendi Villarroel hacia el aeropuerto, y posteriormente hacia España, como verdaderos prófugos de la justicia. El propio Ariel padre había profetizado alguna vez, que cuando la semilla de la oscuridad floreciera en su hijo, los efectos serían desastrosos para sus enemigos. Y paradójicamente, fue el primero en sucumbir ante la furia de su hijo. La tarde del 17 de Agosto de 1976 sería el primer hito de sangre que marcaría a esta familia. Pero no sería el último. Ese era el comienzo de una vida tortuosa para Catalina Villarroel, cuyo único pecado fue el enamorarse del hombre equivocado.

    --La suburbia de Santiago en la noche del 24 de Septiembre del 2009--

    - Ya, poh, dime por qué me vai a perdonar,- repitió Plasma.

    En ese momento, la chica se acercó al rostro de Mariano, apoyó sus delicadas manos sobre sus hombros, y le dio un corto y dulce beso en los labios, lo cual dejó atónito al último de los Arismendi. Las canciones que Boyd interpretaba de forma excelente, seguían sonando con intensidad, aunque la canción pronto terminaría de sonar... "Leave me here in my.... stark raving sick sad little world...". Y luego de separar sus labios con los de Plasma, ella le dijo:

    - Mi razón es que creo que como persona, y como mino, erí hermoso, te encuentro demasiado lindo, te juro- dijo, y cerró sus ojos, sonriendo.
    - Tú...,- Mariano estaba demasiado nervioso e impresionado por la forma en que se todo esto se dio. En el fondo de su corazón, él quería que pasara, que ella lo besara y deseara, pero jamás imaginó que ella tomaría la iniciativa de forma tan repentina.
    - ¿Te dejé sin palabras? Eso es porque yo se besar...
    - Tú...,- definitivamente, Mariano no salía de su estado idílico.
    - Bueno, si no te gustó puedo intentarlo de nuevo... pero puede ser mañana, porque me tengo que ir antes de que se haga más tarde...


    Mariano se puso de pie de un brinco y caminó rapidamente hacia donde estaba la chica, en la puerta de la habitación.

    - No, no es que no me haya gustado... es sólo que...
    - ¿Que cómo supe que yo te gustaba?
    - Bueno... sí, quiero saber...
    - Nosotras, las mujeres, sabemos cuando los hombres andan detrás de nosotros. Pero parece ser que tú sabías que yo quiero estar contigo.
    - No, la verdad es que tu a mi siempre... me gustaste. Desde el primer día en que te vi, pero yo no tenía idea de que tu sentías algo por mi,- Plasma estaba realmente sonrojado y nervioso.
    - Pero no te pongai nervioso,- le dijo la chica, mientras colocaba sus brazos alrededor de la cintura de Mariano,- si estai conmigo, y te gusto, no tení que estar nervioso.
    - No estoy nervioso por eso,- Mariano trataba de buscar la mirada de la chica, pero por más que trataba, no podía. Un pensamiento gris lo incomodaba enormemente.- Es sólo que... no sé si tus amigos saben que yo te gusto...
    - ¿Puedes dejar de pensar en ellos por un momento? Ni que fueran ellos los que se te estuvieran insinuando.


    El brillo de sus ojos era cautivante. Sus grises pupilas contrastaban con el brillo blanquecino que emanaba de sus retinas. Parecía ser que una cortina cristalina de felicidad se estaba abriendo entre los dos jóvenes. Y volviendo a sonreir con sus brillantes dientes, y mientras comenzaba a sonar la canción "I Wish You Were Here", Mariano le preguntó a la chica la pregunta más trillada, a la hora de declararse a alguien, de la historia:

    - Querida Sym, ¿te gustaría... pololear conmigo?
    - De más.


    Y dicho esto, volvieron a besarse. Esa noche las nubes habrían de dispersarse para dejarle paso a un imponente y resplandesciente claro de luna, que iluminaba las opacas tejas marrones de la casona. Ganímedes ya había terminado de comer, y luego de rascarse, se echó en su casa, jadeando y tratando de dormir. Aunque era ya de noche, ninguno de los dos quería separarse, pero si no lo hacían, podrían meterse en problemas con el maestro. Mariano le pidió a su hermana que se comunicara con alguien en la fundación para que le dejaran quedarse en la casona, cosa a la cual accedieron, pero con la condición estricta de que ambos durmieran en piezas separadas. Tanto Plasma como la pequeña aceptaron sin ningun reclamo. Así terminó aquel día dulce y agraz para Mariano, donde por un momento todo parecía perdido, mas en realidad el destino tenía una grata sorpresa para aquel adolescente de trece años, cuya mano derecha mantenía cubierta por un pañuelo carmesí como la sangre derramada por las víctimas de su padre. Mano cubierta como si se tratara de un trofeo de guerra en su propio cuerpo, y en verdad, para él lo más doloroso no era el hecho de que su brazo diestro le doliera permanentemente, sino que el hecho de que el causante de tanto sufrimiento se reía impunemente de aquella fechoría. Sin embargo, parecía ser que el dolor, al menos por una noche, se escurría de su cuerpo y se canalizaba en forma de amor a través de besos con sabor a cereza, que no acabaron hasta entrada la noche.

    -- Esa misma noche, en un sombrío edificio en el centro de Santiago--

    El ruido de los autobuses del nuevo sistema de transporte controlado por la Corporación, y que tantas molestias producían a los habitantes de la capital, era ensordecedor. No sólo les cambiaban los recorridos sin previo aviso, sino que también ponían a "disposición" del público bizantinos armatostes, altamente contaminantes, sin una revisión técnica bien hecha, y cuyos gases enfermaban y controlaban mentalmente a los vecinos de cada comuna. Precisamente de una de esas concesiones era dueño nada más ni nada menos que el ahora multimillonario Ariel Arismendi Guzmán. El hombre, de ahora unos 64 años, aun se mantenía lúcido e íntegro. Podía hacer cualquier cosa normalmente, e incluso podía tomar todo el alcohol que él quisiera, y no le dañaba en lo absoluto. Por supuesto, todavía podía manejar armas con total destreza, y todavía llevaba consigo su fiel revólver Smith&Wesson. El mismo con el cual dio muerte a dos de los cuatro atacantes hace 33 años atrás en su antigua casa de la Dehesa, la cual ahora era de los hijos de sus primos. Ahora él se encontraba en la oficina, la misma en la cual él desenvolvía sus negocios durante el día. Sentado junto a una botella de brandy y un vaso vacío, estaba acompañado con sus socios de mayor confianza, quienes sabían algo sobre su causa familiar gracias a su lealtad con él.

    - Bien, caballeros,- comenzó,- luego de años de ausencia de este país, he logrado comprar una de las concesiones de transporte del nuevo sistema. Pero esa no es mi única adquisición. Como sabrán, también tenemos acciones paralelas en las empresas de aguas, luz y telefonía más importantes del país. Y si mi plan de negocios secreto sale bien, en un par de meses seré un socio mayoritario en todas.
    - Excelente, señor,- dijo uno de los socios,- ¿y cuál es su plan de negocios... secreto?
    - Ah, ese es un plan demasiado grande como para entrar en profundidad esta noche,- contestó mientras volvía a llenar su vaso con licor,- pero sí les puedo adelantar algunas cosillas que son muy comunes en nuestros días.
    - ¿Sobornos?
    - Esa es una palabra fuerte, chaval. Nosotros en el medio les llamamos lobby. Si no lo llamamos así, pues esto se transforma en un cachondeo de aquellos. Y por favor no te adelanteís, que todavía no llegamos a eso.
    - No entiendo, por un lado dice que el "lobby" es parte del proceso, pero si eso viene después, entonces...
    - Lo que hay antes es algo mucho más común y más oculto que un simple regalito. Estoy hablando de... tráfico.


    El socio que había hablado enmudeció, y su piel se volvió blanca como el papel.

    -Tráfico, ¿y de qué?, se preguntarán,- continuó, poniéndose de pie, mientras tomaba de la manija dos portafolios que estaban guardados en una gaveta de la oficina,- pues de lo que más se vende hoy... cocaína.
    - ¿Está de cachondeo?,- preguntó otro de los socios de Ariel, también español,- nos vamos a meter en un follón enorme.
    - Pues tarde o temprano os iba a revelar este secreto, así que no os quejeis y escuchadme. Esto que está aquí es el dinero que quiero que entregueis a uno de mis contactos, mañana en la mañana. El punto de reunión será donde nadie sospeche, en un restaurant en las cercanías del Instituto Nacional.
    - Pero ese lugar está siempre lleno de carabineros debido al alto grado de protestílica piedrológica que abunda en ese sector. ¿No existe un lugar más seguro en el cual... transar?
    - Lo siento mucho, pero ya está todo pactado, y cambiar las reglas del juego no traerá más que complicaciones. Y por favor, ya no vengan con sus discursos morales sobre negocios. Recuerda, Joaquín, que tú una vez te acostaste con la mujer de tu antiguo jefe para que te ascendiera. Y si no fuera por mí, después de que él se enteró, ahora estarías durmiendo en un cuchitril de departamento. Ahora, cada uno de ustedes tome un maletín. Dentro de cada uno hay un arma y cincuenta millones de pesos. Si algo le llega a pasar a ese dinero, algo como una involuntaria transacción filantrópicamente millonaria en el chumbeque de la esquina, daos por muertos. Ahora váyanse.


    Los dos socios de Ariel tomaron un maletín cada uno y salieron de la oficina. Apenas se fueron, Ariel Arismendi tomó lo que quedaba de su brandy de un trago, y con un estridente golpe dejó el vaso sobre el escritorio. Sonriente, esperaba confiado el resultado de sus acciones. Su plan era brillante: con el dinero que obtendría mediante el tráfico de cocaína, ganaría lo suficiente como para pagar acciones de bajo costo en las empresas donde era socio. Luego, con ayuda de su hijo Gabriel, un profesional calificado, pero absolutamente cómplice de los actos de su padre, y de sus contactos calificados, éstos lograría avanzar en las jerarquías de cada una, hasta llegar a un punto en el que todos los servicios estarían en manos de una sóla familia: la Arismendi. Y su felicidad sólo podía aumentar con el recuerdo de su padre bañado en sangre, con Catalina fuera de su vida para siempre, y con la certeza de que su hijo menor, a quien siempre había considerado un estorbo, ya no sería un problema.


    Última edición por Betito el Jue 03 Dic 2009, 22:23, editado 1 vez
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    Mensaje  Betito Dom 29 Nov 2009, 15:15

    pueden comentar si quieren, no me enojo XD
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    Mensaje  Nanaya Yuuji~ Dom 29 Nov 2009, 16:12

    no es por sibirte la moral, pero es lo primero que leí al llegar al foro.


    pregunta... la noviecita de Plasma... es la Symbroskaque creo? xD
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    Mensaje  Betito Dom 29 Nov 2009, 16:37

    Nanaya Yuuji~ escribió:no es por sibirte la moral, pero es lo primero que leí al llegar al foro.


    pregunta... la noviecita de Plasma... es la Symbroskaque creo? xD
    Captain Obvious to the rescue!!
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    Mensaje  Nanaya Yuuji~ Dom 29 Nov 2009, 18:03

    vale thx xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD!!! y se espera la cuarta parte ;3
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    Mensaje  Betito Lun 30 Nov 2009, 15:59

    Nanaya Yuuji~ escribió:vale thx xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD!!! y se espera la cuarta parte ;3
    Jeje, espere sentadito cumpita, porque el capítulo 4 espero subirlo para el jueves en la noche (estreno exclusivo), pq entre hoy y mañana, quiero perderme en alcohol... quien sabe, a lo mejor encuentro la vena creativa que me falta

    Ah, y a modo de "spoiler" quiero avisar de antemano que Mariano no va a ser el superhéroe tipo Eric Norris o Petrov Van Damme que muchos creen, sino que va a ser más humano que desviante. Suena raro, pero espero que me hayan entendido la idea. Y esto lo digo porque no va a faltar el wn q crea que lo estoy haciendo muy mariano cecina ssj4, y no es la idea.

    Saludos
    Nanaya Yuuji~
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    Mensaje  Nanaya Yuuji~ Lun 30 Nov 2009, 16:22

    Ah, y a modo de "spoiler" quiero avisar de antemano que Mariano no va a ser el superhéroe tipo Eric Norris o Petrov Van Damme que muchos creen, sino que va a ser más humano que desviante. Suena raro, pero espero que me hayan entendido la idea. Y esto lo digo porque no va a faltar el wn q crea que lo estoy haciendo muy mariano cecina ssj4, y no es la idea.


    bueno, igual no es la idea, pero se agradece esa humanidad del personaje, ojalá también vaya compatibilizando esa humanidad con una muestra mas nítida de sus emociones ^^
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    Mensaje  Betito Jue 03 Dic 2009, 10:31

    Ya, estimados, dije que lo subiría a la noche, pero lo voy a hacer al tiro. Aquí está el cuarto capítulo (NEVER SEEN BEFORE AT FOROJES pq me banearon XD) de Plasma:

    --Capítulo 4: El Enigma Luminoso--

    --Santiago, 18 de Agosto de 1976--

    Cuando la policía llegó a ver qué había pasado en aquella casa en La Dehesa, el día después de la terrible masacre ocurrida, que terminó con Ariel padre sin vida, sobre un enorme charco de sangre, y con Ariel hijo y su familia fuera del país, sólo encontraron cuatro cuerpos rematados en el piso, tres de ellos con varios impactos de bala, y uno de ellos, el del patriarca de la familia, con el corazón fuera de su cuerpo. Pronto los investigadores acordonaron el área para contener a los curiosos, los miembros de investigaciones recogían muestras, sacaban fotos y buscaban pistas cerca de la escena mientras el forense no encontraba explicación lógica a lo que había pasado.

    - Algo no está bien, detective,- dijo mientras revisaba el cuerpo de Ariel Arismendi Bahamonde.
    - ¿Qué cosa, no le gustaron los occisos?,- preguntó burlonamente el detective,- si quiere se los cambiamos.
    - No sea idiota, detective. Me refiero a la forma en la que se perpetró el crimen.
    - Ciertamente, sólo un desalmado pudo haber hecho algo así. No es normal que alguien haya tenido tiempo suficiente como para disparar tantas balas en tan poco tiempo... y de ser capaz además de cambiar de lugar a todos los muertos antes de escapar.
    - No cabe ninguna duda, parece ser que toda la escena del crímen fue truculentamente modificada.
    - ¿Y todavía se sorprende? Me parece que esa puede ser la razón por la cual yo soy el detective y usted el forense,- respondió, mientras prendía un cigarrillo.
    - Eso me lo dice como si fuera tan sólo el junior de la comisaría,- reclamó el forense, mirando al detective con una mueca despectiva.
    - No, si se lo hubiera dicho de esa manera, yo le hubiera dado unas monedas y le hubiera mandado a comprar cigarrillos.

    El forense le dio la espalda al detective de forma brusca y continuó analizando la escena del crimen. Sin lugar a dudas, todo el rompecabezas había sido desencajado de tal forma, que para poder resolverlo, los investigadores tendrían que investigar durante años para llegar siquiera a una prístina conclusión. Pero al parecer, uno de los policías que analizaba la escena se percató de un detalle en la vestimenta del finado Ariel padre.

    - ¿Qué es eso?,- preguntó, mientras el forense y el detective se acercaban cuidadosamente al cuerpo.
    - Es la sangre del muerto, ¿qué esperabas?
    - No, me refiero a aquellas gotas sobre la camisa de la víctima. No parece ser sangre.
    - Puede ser su sudor,- el forense estaba cansado y agobiado por lo difícil que se veía el caso.
    - Puede y no puede ser,- replicó el detective,- también es posible que el asesino haya tomado de la camisa durante un eventual forcejeo...
    - Toma una muestra y llévala al laboratorio, ellos sabrán que hacer con esto. Sólo a través de los exámenes sabremos de qué se trata.
    - Si, señor,- el policía tomó unas tijeras y, con las manos cubiertas con los guantes quirúrgicos, recortó un trozo de la camisa que estaba mojada por el líquido. Si bien fue imposible para el policía sacar una muestra sin algo de sangre, las manchas rojas no impedirían encontrar la pista que los investigadores estaban buscando. El forense tomó la muestra con una pinza esterilizada y la metió dentro de una bolsa plástica para evitar el deterioro por el contacto con el ambiente.
    - ¿Cree que los chicos del laboratorio podrán descubrir qué es lo que está pasando?
    - Ya se lo dije, detective,- decía el forense mientras limpiaba con un pañuelo los lentes de sus anteojos,- lo que hará ahora el laboratorio es simplemente descubrir la naturaleza de la muestra. Y esa es tan sólo una de las pruebas que necesitamos, para siquiera llegar a aclarar, con mucha suerte, lo que pasó en este lugar.
    - Sin duda,- dijo el detective,- este es uno de esos casos intrincados que me hace pensar por qué no estudié medicina. O derecho. O por último ayudar a mi primo en los caladeros. O las tres cosas.
    - ¿Se va a rendir tan pronto?,- el forense volvió a mirar al detective, ahora ciertamente desconcertado.
    - Por supuesto que no. Yo no me rindo, al menos no tan fácilmente. Démosle a los muchachos unas semanas para que analicen todo lo que tengan que analizar. Y ya pasado ese período podremos llegar a sacar las primeras conclusiones... pero de que esto va para largo, va para largo.

    Los policías siguieron trabajando arduamente, durante unas semanas, en la tarea de dilucidar, al menos parcialmente, el enigma sobre quién fue el que perpetró el macabro crímen, o al menos para descubrir el orden de los sucesos, pero en ese lapso avanzaron muy poco. Por una parte, estaba la posición modificada de los cuerpos en la escena del crimen, lo que sólo podía complicar más la labor del detective. Por otra parte, no se encontraron huellas digitales ni ningun otro indicio orgánico en ninguna de las armas de fuego que se encontraban en la casa. Todas las armas estaban exactamente en el mismo lugar donde cayeron cuando Ariel hijo mató a cada uno de los atacantes. Pero no los cuerpos. Las balas se encontraban en los cuerpos en el mismo lugar donde Ariel los impactó, ya sea por medio del cambio de la dirección de los proyectiles, en el caso de la primera víctima, o por los disparos que el mismo Ariel percutó, cinco contra la segunda víctima, y uno en la cabeza de la tercera, a quien, además, había paralizado segundos antes de su muerte. Sin embargo, las balas que se encontraron en el primer cuerpo asesinado eran del mismo calibre de las que usan hasta hoy los fusiles M-16. Y se encontraron no una, sino que tres de aquellas potentes armas en el piso, manchadas de sangre. Las balas encontradas en los otros dos cuerpos no correspondían a los fusiles, sino que provenían de un revólver calibre .38. Y el cuarto cuerpo, el de Ariel Arismendi Bahamonde, no presentaba ninguna herida de bala. Sólo quedó el enorme agujero entre su carne provocado por el violento ataque que arrancó su corazón del cuerpo.

    No había ninguna duda. Todo el caso era prácticamente insolucible para la policía de investigaciones, quienes ya se debatían entre seguir el curso normal de la investigación o congelar el caso como muchos otros crímenes cometidos contra civiles en los últimos meses (e). Pero a diferencia de los otros casos, las víctimas no eran chilenas, sino que españolas. El poder central no iba a dejar que la Policía de Investigaciones detuviera sus pesquisas concernientes al asesinato de una de las personas más influyentes del país europeo en tierra chilena, ya que eso conllevaría a un incidente diplomático de proporciones, que se sumaría a los roces recientes con la República Argentina y con la Unión Soviética, por lo que ordenó, bajo pena de destitución y castigos marciales a la directiva del organismo que las investigaciones no se detendrían... al menos, ese era el plan original.

    --1 mes después--

    El 18 de Septiembre de ese mismo año, la directiva de la Policía de Investigaciones hizo un llamado a todo el personal involucrado en el caso Dehesa para reunirse en el lugar de los hechos, con el fin de dar a conocer los primeros avances de la investigación. Mientras los policías se irritaban por los magros resultados obtenidos, el forense releía contrariado los resultados de las pruebas de laboratorio hechas con la muestra obtenida, los cuales decían no tener conclusión, y por otra parte, el detective se quejaba por tener que trabajar un día feriado, aunque se consolaba de que no tendría que ir a ver al día siguiente la parada militar. Así, en ese ambiente de pesimismo, los policías cabizbajos se dirigían al cuartel para continuar con sus labores habituales...

    Una presencia... una presencia maligna, y los planes se habrían de cambiar...

    - Ustedes no deberían estar aquí. ¡Váyanse o mueran!

    El terrorífico grito surgió desde una garganta desgarrada. Desde un cuerpo convulso. Desde un ser destruído. Así, ante la mirada atónita y pavorizada de los ahí presentes, el maltrecho cuerpo de Ariel padre se levantaba desde el piso de madera del salón. Un extraño fluído negro manaba de la colosal herida en su pectoral izquierdo. Viscoso y pútrido, el líquido comenzó a cubrir el agujero formando una especie de telaraña cicatrizante. Cuando el hueco fue totalmente tapado, más de aquel fluído comenzó a introducirse en su caja torácica, y así reparó sus costillas rotas y parte del esternón, pulverizados por el ataque recibido. Y casi inmediatamente, el tejido negro se formó en el espacio donde en vida latía un corazón humano. Efectivamente, la semilla del Abismo en los genes de Ariel padre había alcanzado su desarrollo completo en el cadáver de su huesped. No se trataba de un ser abismal corriente.

    - No, no es posble,- el forense no daba crédito a lo que veían sus ojos.
    - ¡Está... está vivo!,- gritó uno de los policías, mientras apuntaba su arma hacia la abominación que estaba en su presencia.
    - ¡Imbécil!,- la profunda voz paralizó al muchacho, mientras el cuerpo no viviente de Ariel se le acercaba,- las balas no pueden hacerme nada.

    Y al decir eso, tomó al joven agente por el cuello con su mano derecha, y lo comenzó a estrangular con una fuerza inhumana.

    - Las balas no pueden matarme, porque ya estoy muerto,- continuó,- pero sí pueden dañar al resto de tus amigos, porque están vivos, porque lo vas a hacer tú, ¡y porque yo te lo estoy ordenando!

    La mirada vacía de los ojos en descomposición del cadáver de Ariel padre paralizó por completo al policía, quien yacia de rodillas en el suelo. Sus compañeros no podían hacer otra cosa más que mirar, paralizados por el miedo y por la extraña fuerza oscura que irradiaba la horrenda criatura con forma humana. Lentamente, el joven se incorporaba, con su pistola de servicio empuñada con la mano derecha, y con una sonrisa tétrica en sus labios. Cuando se puso de pie, apuntó directamente a la cabeza del forense, y disparó. El tiro fue suficiente como para matarlo instantáneamente.

    - Está poseido,- gritó el uniformado que tenía al forense ensangrentado en sus brazos.
    - Debemos matarlo,- dijo el detective, resuelto y sin ningun tipo de arrepentimiento.
    - No podemos, es un compañero.
    - ¿Quieren que sea él el que los mate, por la cresta? ¡Disparen!

    Los policías tomaron sus armas y dispararon contra el policía, pero las balas no lo impactaron. Al igual que en la primera ocasión, las balas inertes se mantenían en el aire, y con un sólo movimiento de manos, estas cambiaron su dirección y se impactaron en los cuerpos de sus compañeros, a la misma velocidad en la que salieron disparadas por los cañones niquelados de las armas, irónicamente por sus propios dueños. Ninguno sobrevivió, todos murieron al instante. Sólo el detective se mantenía de pie, con sus manos temblorosas que dejaron caer su pistola al suelo, sus piernas listas para salir corriendo a donde fuera, su voluntad y su voz quebrantadas.

    - No, no me mates, ten piedad,- lastimosamente decía, al tiempo que retrocedía de forma penosa, para terminar cayendo y pidiendo clemencia.
    - Tu no debiste haber llegado a este lugar en primer lugar,- la voz que salía del cuerpo de Ariel se escuchaba cada vez más estremecedora,- todo esto es tu culpa, si no hubieras llegado, ahora estarías en tu casa, ebrio, tirado en el suelo, o teniendo relaciones con una cualquiera. Y en vez de eso, ahora vas a enfrentar tu destino: una muerte cruel.

    Dicho esto, el brazo derecho de Ariel, el mismo con el cual su hijo le dio muerte hace un mes, atravesó el pecho del detective, y al igual que su hijo, le arrancó su corazón. Su presa yacía boca arriba, sin vida, y el reguero de sangre se extendía rápidamente por todo el lugar. Una vez que se cercioró de que su víctima estaba muerta, hizo lo mismo con el policía a quien había manipulado. Los dos cuerpos tirados. La sangre empapaba los zapatos de Ariel padre, quien controlado por la misma fuerza pérfida que lo sometió, devoró sin ningun tipo de asco los dos corazones, aun latiendo. La voluntad del detective y de su otro desafortunado elegido, se introdujeron en el cuerpo decadente y escamoso del antiguo patriarca Arismendi. Ni siquiera se molestó en limpiar la escena. Con su hambre saciada, y con un sólo objetivo en mente, el de acabar con Ariel hijo, en medio de la penumbra, Ariel padre desapareció del lugar.

    --Santiago, 25 de Septiembre de 2009--

    El sol salía desde el otro lado de la cordillera a eso de las 7 de la mañana. Las pocas nubes que se divisaban al oriente tapaban al astro rey, pero sus rayos se difuminaban y alumbraban el cielo con un purpúreo resplandor. Un rayo de luz era suficiente para cortar la oscuridad de la noche y para darle vida a todas las criaturas de la Tierra. Y en la Ciudad Satélite, no era la excepción. Las flores de la Casona de las Aralias estaban empapadas por el rocío matinal. Los pájaros despertaban y se acicalaban en sus nidos asentados en medio de las ramas del nogal del jardín. Los vecinos salían para ir a sus trabajos, dejar a sus hijos a la escuela, o para reunirse y vagar durante toda la mañana. Todos estaban despiertos, exceptuando a Mariano, aun dormitando mientras trataba de apagar el despertador de su celular, y como no lograba atinarle al botón para desactivar el grindcore que sonaba incesantemente con sus gritos destemplados, Plasma no encontró nada mejor que sacarle la batería y tirarla lejos.

    Ya despierto, lo primero que se le vino a la mente a Mariano cuando despertó aquella mañana fue el rostro de Symbroska junto al suyo. Pero en su almohada sólo se encontraba su cabeza. Inmediatamente, Plasma se puso a pensar si todo lo que había pasado la noche anterior había sido un sueño agradable. No, no lo era. Al menos no quería creerlo así. Aun podía sentir el contacto de sus labios con los de su pareja. Aun podía recordar el momento exacto en el que se besaron por primera vez, cuando todo parecía que sus intentos por ganar su corazón serían en vano. Aun sentía los latidos de la chica resonando al son de sus propias pulsaciones. Aun recordaba cómo su respiración se juntaba con la de ella. Todo parecía tan cercano. No podía sino sentirse afortunado. Trece años, buenos amigos, un dominio sobre la luz que crecía cada día, y una chica hermosa a la que llamar pareja. Cosas buenas que contrastaban con otras muy malas, y que ya eran parte de su vida, como la muerte de su madre y el hecho de que debe cubrir su brazo derecho con un pañuelo rojo para evitar que la gente le evitara. Y aun así, todos los que lo veían por la calle se quedaban observando su brazo, como si fuese una atracción de circo. Un circo donde el plato de entrada, fondo y postre era él mismo. Y es que ser visto por el resto como una atracción, como una anomalía incomprensible, era una flecha que se clavaba en lo más hondo de su alma y quebraba su espíritu. Una y otra y otra vez.

    Y aún así, por primera vez en mucho tiempo, Mariano sentía que las cosas malas de su vida desaparecían definitivamente. Alguien tocaba a la puerta de su pieza. Mariano se levantó de la cama, se acercó a la puerta y abrió. Era ella.

    - Ahuumm... hola, mi amor,- dijo Plasma, bostezando.
    - Mariano,- le respondió,- apenas llevamos un día de pololos y ya empezaste a comportarte como un esposo mañoso.
    - Jeje... perdóname, es que aun no me acostumbro a levantarme temprano.
    - Bueno, no importa,- y le dio un beso,- ahora vístete. Debemos irnos.
    - ¿A dónde?
    - ¿Cómo que a dónde? ¡A la Fundación, mi guagüi!,- ése es el nombre con el que decidió llamar a Mariano.
    - ¿Guagüi?
    - Le pregunté a Diana sobre cómo debería llamarte. Y a ella se le ocurrió ese nombre.
    - Diana...,- Mariano comenzó a evocar el rostro de su hermana mayor en su mente,- mmm, me voy a vestir y bajo altiro, ¿ya?


    Mariano entró a su pieza, mientras la pequeña lo esperaba. Como siempre, a Plasma le gustaba vestirse con un estilo parecido todos los días. Una camiseta manga larga a rayas, un polerón con capucha, manga corta o larga según el día, pantalones gastados y zapatillas deportivas. Se aplicó desodorante, se arregló el pelo, y se colocó en su cuello una medalla que su madre le había regalado antes de morir, y que le daba fuerzas para vivir, ya que era su último recuerdo que él tenía de ella. Cuando salió, volvió a besar a su polola y la tomó de la mano mientras bajaban las escaleras.

    - ¿Sabes?,- continuó Symbroska,- eres muy afortunado por tener a una hermana que te quiera tanto. Esto de ser hija única...
    - Pero tu tienes a Anita. Y en menor medida a Abiah, que también cuenta como hermana.
    - Oye, ¿qué te pasa? Y no es lo mismo, Mariano, ellos son mis amigos.
    - No pasa nada, mi amor, si él me cae la raja. Ellos te cuidan como a una hermana menor, y eso es lo que cuenta. Así como Diana y Bastian me cuidan a mí, ellos a tí. Y ahora tienes a alguien más que te va a proteger.
    - Supongo que es cierto... y yo también te voy a proteger.
    - De acuerdo, mi amor, desde ahora en adelante, nos vamos a cuidar las espaldas entre ambos, ¿te parece?,- los ojos de Plasma brillaban con el reflejo de la luz que entraba desde la ventana que daba a la calle.
    - Mariano...
    - ¿Sí?
    - Creo que me estoy enamorando más de tí...
    - Yo también...


    Iban a besarse por tercera vez, cuando desde el comedor apareció Bastián, quien estaba ayudando a Diana a preparar el desayuno.

    - Si ya los tortolitos terminaron de besarse, podrían apurarse para desayunar. Los huevos revueltos hacen mal si te los comes fríos.
    - Bastian,- le dijeron los dos a coro.
    - Eh, wena wena, perro,- Bastián se acercó y saludó a Mariano como acostumbraba, con un apretón de manos y un beso en la mejilla,- finalmente pisaste el palito.
    - Pero evidentemente, pelao,- respondió Mariano,- ahora sí ya estoy con la moral a tope otra vez, papá.
    - Eeeella, la lomo plateado, eeeellaaa,- se burlaba Bastián, con tono juguetón,- la macho alfa.
    - Yo po, papá, yo po,- decía mientras besaba a Symbroska en la frente,- además, ¿de qué te quejai? A tí te llueven las minas.
    - Comparito, cuando usted tenga tanta experiencia con las minas como yo, recién habla.

    Así, entre risas y risas, entre bromas y bromas continuó la mañana, y los cuatro adolescentes desayunaban en el comedor. Y entre risa y risa, llegó la hora de partir hacia la Fundación. Mariano y su pareja debían llegar a su entrenamiento y a sus lecciones, respectivamente, antes de que se hiciera demasiado tarde.

    Llegó el mediodía, es primavera y etcétera etcétera.

    Mariano estaba de pie en frente de su maestro. Ya el sol había comenzado a hacer sus efectos en la gente de la capital, todos andaban más irritables, los oficinistas estaban almorzando, o haciendo trámites de última hora. Mientras el resto de los santiaguinos se estresaba y corría de un lado a otro, ajetreados dentro de su rutina, Mariano estaba en un pequeño bosque en las cercanías de la Fundación. Lázaro le daba las indicaciones necesarias para realizar la siguiente prueba, la cual consistía en lanzar una piedra lo más fuerte posible hasta el otro extremo del bosque, y luego correr hacia ella y cojerla en el aire antes de que toque el suelo. Una prueba difícil para cualquier ser humano normal, pero tanto Plasma como Lázaro sabían que el joven luminoso, gracias a su buen manejo de la luz, podía moverse rápidamente y correr ligero en la mayoría de los terrenos, virtud que no todos sus alumnos tenían. Y aunque a veces el maestro se mostraba suspicaz, e incluso desconfiado con su pupilo, sospechas motivadas por su apellido Arismendi, sabía que no tenía más remedio que entrenarlo, ya que no podía darse el lujo de dejar a algunos desviantes sin facción a merced de sus enemigos.

    - Muy bien, Mariano, ahora que has calentado tus músculos, ¿estás listo para la última prueba del día?
    - Estoy listo, maestro.


    El anciano gitano recogió del suelo una piedra bastante grande como para ser apenas empuñada y la lanzó.

    - ¡Ahora! ¡Corre!

    La piedra alcanzó una velocidad increiblemente rápida el primer segundo desde que Lázaro la soltó. Plasma salió disparado del suelo y comenzó a correr a la par que el peñasco. El ruido que hacía al rozar el aire le zumbaba en los oídos, pero él no disminuyó la marcha, y consiguió tomar la roca con su mano antes de que tocara el suelo.

    - No está mal, Mariano, tu rapidez ha aumentado últimamente. ¿Has estado corriendo?
    - A veces lo hago el fin de semana, maestro,- decía mientras trataba de recuperar el aliento.
    - Bien, lo intentaremos unas veces más. Prepárate.


    Lázaro volvió a tomar la piedra y la lanzó en dirección opuesta, mientras Plasma se preparaba para correr otra vez. Así estuvieron unos minutos. Cada vez la piedra era lanzada con mayor fuerza, y cada vez, Mariano corría más y más rápido. Pareciera ser que Lázaro y mariano estaban imitando a un niño que lanza una pelota para que su mascota la atrapara con el hocico en el aire. Cuando terminaron con el ejercicio Plasma, llevado por la euforia y la inercia, agarró la piedra con su mano izquierda, y concentrando la luz de su cuerpo en su brazo, electrificó la piedra, y la partió en mil pedazos, sin siquiera hacer una presión considerable, pero al hacerlo, cayó al suelo exhausto.

    - Es suficiente, Mariano. Descansa un poco,- Plasma se sentó en el pasto, tratando de buscar el frío del húmedo verdor de la tierra. Estaba exhausto y acalorado. El sol había hecho que el sudor cayera como una cascada por su rostro, y su camiseta estaba pegada a su cuerpo.
    - ¿Cómo lo hice, maestro?,- Mariano apenas podía hablar, y batallaba por recuperar su voz.
    - A decir verdad, lo hiciste mejor de lo que esperaba, realmente has progresado en cuanto lo que es correr y ganar velocidad, y además estás concentrando mucho mejor la luz en tu cuerpo. Pero hay algo en lo que estás fallando, y es que gastas tus energías muy rápidamente, lo cual te debilita en el momento menos indicado, y en combate, eso puede ser un error fatal.
    - Entiendo...,- Lázaro comenzó a observar el rostro de Mariano, el cual estaba más pálido de lo normal, y se sentó en el pasto, junto a él.
    - Plasma, ¿eres anémico?
    - No, que yo sepa,- y comenzó a secar el sudor de su frente con su camiseta.
    - ¿Sufres de asma?
    - Tampoco...
    - ¿Desayunaste antes de venir?
    - Sí, comí bien esta mañana.
    - Entonces no me explico por qué estás tan pálido. Quizás estás enfermo.
    - No, maestro, hoy día me siento mejor que nunca. Hoy día desperté y me sentía excelente. Ayer fue un gran día.


    Mariano comenzó, dicho esto, a brillar. Un tenue halo de luz envolvió todo su cuerpo. Esto no le sorprendió, ya que es algo que le pasaba desde muy pequeño, casi desde los ocho años, y sólo pasaba cuando se encontraba muy felíz o en peligro. Lázaro, al ver el brillo que rodeaba el cuerpo de Plasma, trató de ver en su interior. No encontró nada de caos, y la poca oscuridad que encontró no era considerable. Sólo encontró luz por montones y algo de orden. No había nada que pudiera confirmar sus sospechas.

    - Sabes, Plasma,- dijo Lázaro,- creo que me equivoqué contigo.
    - ¿Cómo así?
    - Al principio, cuando llegaste hace un año a la Fundación con tu hermana, yo tenía serias dudas sobre sus intenciones, sin ofender, claro.
    - No se preocupe.
    - Pero últimamente, has demostrado con creces que quieres entrenar y que quieres ser parte de la Quimera.
    - Eso sería para mí algo excelente. Era mi objetivo en ese entonces, y lo sigue siendo.
    - Claro, después de todo, te llevas bien con la gente que vive aquí. Veo que algunos de ellos son tus amigos, y te quieren bastante. Y en especial, Symbroska,- Mariano no sabía cómo sabía Lázaro aquello.
    - ¿A qué se refiere?
    - Dime la verdad, Mariano, ¿es cierto que entre ella y tú hay algo?


    --------------------
    Eso sería el capítulo 4. Si quieren pregunten, quéjense, o mandenme MPs con sus putiadas, porque son más entretenidas leerlas sólo XD. Felicitaciones por privado, no, mejor aquí en el tema. Razz
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    Mensaje  Nanaya Yuuji~ Jue 03 Dic 2009, 11:56

    uuuuuhhh!!! al Plasmita le va a llegaaaar

    xD!!


    (una acotación que se me olvidó expresar sbre el capítulo anterior...
    sabía que la mano Corporativa algo abarcaba en el Transantiasco xD!)
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    Mensaje  Betito Jue 03 Dic 2009, 12:02

    Era evidente esa wa XD

    Ah, y tb se me olvidó. No sé si notaron, pero habían unas letras entre paréntesis en algunas partes de la historia. Son las notas, o acotaciones históricas del cuento. Y se me olvidó ponerlas. Pero ahora pongo las que están, y en el capítulo donde salen.

    NOTAS:

    a.- Resulta curioso ver cómo Mariano "Plasma" Arismendi, siendo español-chileno debido a las condiciones diplomáticas vigentes, logra hablar indistintamente con acento español y/o chileno según la circunstancia. (Capítulo 1)
    b.- Nótese el conjunto de palabras y expresiones típicamente españolas que se usan durante el racconto. (Capítulo 2)
    c.- Brandon Boyd, para los que no sepan, es el vocalista de la banda norteamericana Incubus. (Capítulo 2)
    d.- Para ese entonces, el modelo M4 que usan los marines norteamericanos hoy en día, no se había fabricado aún, a diferencia del M16, que incluso había visto acción en Vietnam. Tampoco quise poner que el piquete de ataque de Ariel padre usaba AKs, porque se trata de un modelo usado por Acratas y guerrilleros, por lo que su uso en esta escena no sería realista. (Capítulo 3)
    e.- Recordemos que en ese entonces estaba como "presidente" de Chile, o mejor dicho en el poder, el caballero este. (capítulo 4)
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    Mensaje  Nanaya Yuuji~ Jue 03 Dic 2009, 12:12

    el tata csm mejor dicho xD

    y no se, pa mi armas son armas no mah, nunca me hubiera dado cuenta de lo de las AK-47 xD
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    Mensaje  Betito Jue 03 Dic 2009, 12:26

    Es que no faltan los acratas recalcitrantes que creen que una Ak sólo puede ser usada por terros y comunachos :lol:
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    Mensaje  Nanaya Yuuji~ Jue 03 Dic 2009, 12:54

    en todo caso... xxP

    yyy dime -w- cuando se viene el penkeo de Lázaro a Plasma? :3 quiero seguir leyendo oh!
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    Mensaje  Betito Jue 03 Dic 2009, 13:11

    Mira, espero sacarlo para el lunes... pero si sale antes, mejor Razz

    y no hagai spoiler po XD
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    Mensaje  Nanaya Yuuji~ Jue 03 Dic 2009, 14:50

    tta bn, pero la wea es tan obvia... xD
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    Mensaje  Betito Vie 04 Dic 2009, 19:16

    Dije que no iba a postear el capítulo 5 hasta el lunes, pero aquí les dejo un caramelo, una especie de omake, que tiene como protagonista, obviamente, al Enigma Luminoso. Como saben, Mariano tiene doble nacionalidad (Español-Chileno), y como nunca, se comió las uñas con el sorteo de hoy. Aquí, las declaraciones:

    --NOTICIA DE ÚLTIMA HORA--
    Extraída de la Sección Deportes del Diario Desviante
    Pre-edición del 5 de Diciembre del 2009

    Grupo H según Plasma: "Puta qué mala cuea, wn"

    En la casona de las Aralias, los tres jóvenes desviantes que viven ahí, junto con la "amiga" de uno de ellos, vieron por directo el sorteo definitivo de los 32 países que disputarán el Campeonato Mundial de Pesos Pesados de la FIFA, también conocido por los simples humanos como Mundial. Y este sorteo tuvo un sabor especial para uno de los ahí presentes: la revelación del año 2009, Mariano "Plasma" Arismendi (sí, el mismo que tiene la "amiga").

    Mariano nació en España en el año 1995, sin embargo, debido a las condiciones diplomáticas vigentes entre Coñolandia y Chile, este adolescente de tan sólo 13 años, tiene ambas nacionalidades. Y por esas coincidencias de la vida, justo para este sorteo del Mundial, tanto España como Chile se enfrentarán en primera ronda. Esto, por supuesto no lo dejó indiferente.

    "Puta que mala cuea, weon", fue lo primero que se le ocurrió decir a Plasma al saber que Chile se enfrentaría a la Madre Patria en la fase de grupos. "La verdad, es que tengo sentimientos encontrados. Por una parte, mi vieja, que está en el cielo, es española, pero mi taita también, e irónicamente, si no fuera por él, yo no estaría aquí en Chile", declaró. A pesar de la paradoja, Mariano aclaró que "igual me siento más chileno, porque tengo a mis amigos y a mi pareja acá. Igual feliz si el mundial lo gana España, pero personalmente, sería lindo que Chile hiciera un gran papel, y si la final llega a ser Chile-España, sinceramente yo mismo me corto el freno" (NO VAMOS A PONER ESO ULTIMO).

    Con respecto a su "amiga", la soviética Symbroska Cherkova-Schass, Mariano declaró que "a ella le hubiera gustado ir a Sudáfrica, pero como a Rusia le fue como el lolly en las eliminatorias (perdieron en el repechaje), su único consuelo es ver que Eslovenia no pase de la primera vuelta" "Igual voy a hinchar por Chile y por España", dijo la pequeña.


    Última edición por Betito el Lun 28 Dic 2009, 21:55, editado 2 veces
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    Mensaje  Nanaya Yuuji~ Vie 04 Dic 2009, 19:28

    xD! este capi extra no me dejó de dar gracia -w- a veces me pone a imaginar que nuestro Plasmita va a estar mirando el torneo mañana y weas xD
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    Mensaje  Betito Vie 04 Dic 2009, 19:29

    Algo me dice que Mariano va a engordar, y no por el pololeo XD
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    Mensaje  Nanaya Yuuji~ Vie 04 Dic 2009, 20:29

    Lázaro lo va a hinchar a patadas xD!
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    Mensaje  Betito Vie 04 Dic 2009, 20:45

    Ya esta pensando en la violencia, mijo... yo estaba hablando que tanto asado y chelas le puede pasar la cuenta... bueno, mejor para su "amiga", más de donde abrazar :lol:

    ah, ni que Lázaro fuera el papá como para pegarle... por último que lo haga don Gokú
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    Mensaje  Nanaya Yuuji~ Vie 04 Dic 2009, 21:35

    Goku? xD


    bueno, si me imagino en ese caso a Mariano engordando por efecto 18... xD
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    Mensaje  Betito Lun 07 Dic 2009, 09:45

    Estimados Lestores: se supone que hoy día iba a salir el quinto capítulo, pero por razones de fuerza mayor, voy a postergarlo hasta el fin de semana. Lamento los inconvenientes causados por esta medidars.
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    Mensaje  Nanaya Yuuji~ Lun 07 Dic 2009, 09:51

    DDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD:! y me voy a quedar sin leer? ;w;
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    Mensaje  Betito Lun 07 Dic 2009, 09:55

    Qué le voy a hacer? El ministerio consideró que era musha cultura y me pidieron que bajara la cuota por semana Sad
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    Mensaje  Nanaya Yuuji~ Lun 07 Dic 2009, 09:57

    xDD!!!! pa mi que está la Corpo atás de esto vetando tu derecho a Expresión Quimera xDD
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    Mensaje  Betito Lun 07 Dic 2009, 10:04

    qué es la corpo?? :shock:
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    Mensaje  Nanaya Yuuji~ Lun 07 Dic 2009, 10:07

    una wea en la que estoy metido y hay pura chatarra ql y computadores qlos, nada de importancia xD


    y un enano weon sádico que nos manda a pelear muy sentadito desde su carrito foltante -w-U
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    Mensaje  Betito Lun 07 Dic 2009, 10:12

    Ah, los que viven en el edificio de Telefónica y que adoran a un cerebro que flota en su living? esa corpo??

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